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Y entonces, los buenos salvajes descubrieron la electricidad y los pedales

La del jueves fue una noche de mitos y de épica: el Biarritz Olympique dejó que, por una noche, fuesen Neil Young & Crazy Horse quienes hiciesen vibrar las gradas de Aguilera.

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Alvaro HILARIO

Quien escribe estas líneas es un fan declarado de Neil Young & Crazy Horse; un fan que todavía escucha, una y mil veces, el «Live Rust» grabado en una cinta de 90 minutos; un fan que, media hora antes de llegar a Aguilera, ya tenía la piel de gallina, los pelos como escarpias.

Media hora, allá en el cochecico amarillo, preparando el comienzo del clímax, escuchando el único disco que tengo en CD de estos cuatro buenos y nobles salvajes, de estos cuatro animales del rock and roll, el «Ragged glory».

Sorteando rotondas y familias de turistas franceses, llegamos y aparcamos sin mayores problemas. Increíble, buenísimo: nada fallaba en una cita demasiadas veces demorada: desde aquella vez -hará, por lo menos, 30 años- que estuvieron en Bilbo, en La Casilla, no había vuelto a ver a Neil Young & Crazy Horse.

El enorme escenario, con su majestuoso Caballo Loco en el centro, nos esperaba con los brazos abiertos. A las 23.00, Neil Young, Pancho Sampedro, Billy Talbot y el jefe Ralph Molina saltan a las tablas: suena el «Love and only love», la tercera del «Ragged glory». La cosa promete. Sin pausa, el cuarteto de forajidos, ataca «Powderfinger». Subidón, nos sentimos dentro del «Live Rust».

Young, vestido de negro y luciendo la pata de gallo (el símbolo pacifista) en la bandolera de la guitarra, lanza sus demoledores solos tomahawk cabalgando sobre el apoyo que Sampedro y Talbot le proporcionan.

Tocan juntos, muy juntos, mástil contra mástil, cara a cara, agrupados en círculo debajo de los protectores tambores de Molina. No hay frontman, hay banda, la mejor de las bandas.

Es rock and roll, es distorsión, es ese guitarreo penetrante, épico que solo estos cuatro buenos salvajes, deslumbrados todavía por el descubrimiento de la electricidad y una caja de pedales, son capaces de hacer.

Guitarreo, pero también coros, armonías, eso que tanto les gusta. Y disfrutan; es evidente que lo están pasando en grande... De no ser así, no estarían ahí arriba los cuatro juntos: cuando no se quieren ver, no lo hacen, no graban, no actúan.

Muestrario de habilidades

Se vienen con dos temas del último disco: «Psychedelic pill» y «Walk like a giant». No nos van a calzar el LP nuevo a lo bestia; de hecho, más adelante sonará un nuevo tema, «Hole in the sky» y «Ramada inn». Es, podríamos decir, un formato «Live Rust» con nuevos y viejos contenidos.

Es un viejo zorro don Neil, intercalando lo viejo y lo nuevo, las poses, la simbología, la iconografía: panzada de distorsión, de hachazos con la guitarra, de actitudes desafiantes, los pelos como escarpias, subido en un globo de rock hippie, contundente, veraz... La banda recrea una tormenta. Las pantallas de video dejan aparecer firmamentos cruzados por rayos: suena la plegaría en contra de la lluvia del «Live Rust». Viejos zorros.

Se escucha una armónica. Don Neil, acompañado por la acústica, aborda su muestrario clásico de habilidades. Caen, para delirio de la hinchada, «Heart of gold», «Human highway» y, atentos, «Blowin´in the wind».

Después -¡cómo no!- el líder se sienta al piano; más habilidades, más facetas. «Singer without a song», «Ramada inn».

Pero a nuestros pieles rojas les va la marcha; les va la guitarra, la distorsión y rebuscan en su repertorio con la sana intención de sacarnos la cabeza: «Surfer Joe and Moe the Sleze» (de «Rust never sleeps») y «Sedan delivery» («Re-ac-tor», «Live Rust»).

La hinchada aclama a los campeones, como si fueran Sergio Blanco y sus compadres. El clímax avanza. La peña de deustoarras viajeros, navarros y turistas franceses entona «Rockin` in the free world». Las luces iluminan el también mítico Aguilera.

Faltan los bises. Primero una de las canciones preferidas de Young, esa que ha grabado hasta en versión tecno, «Mister Soul». Después, estaba claro, «Hey hey, my my (into the black)». Gracias Crazy Horse por los favores recibidos. Hasta siempre, os quiero.

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