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CRíTICA: «Tú y yo»

La segunda juventud del maestro Bernardo Bertolucci

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Mikel INSAUSTI

Nunca se debe enterrar a un gran maestro del cine antes de tiempo, incluso aunque parezca que ya está retirado o mal de salud. Bertolucci, como lo hiciera Visconti en su día, afronta su última etapa dirigiendo los rodajes desde una silla de ruedas. Pero sigue siendo un cineasta de su tiempo, que se rejuvenece constantemente a través de sus personajes, pertenecientes a las nuevas generaciones. En «Io e te» vuelve a Italia y al presente, por lo que su mirada sobre los jóvenes resulta mucho más actual que en su anterior «Soñadores», aunque en el fondo las cosas no han cambiado tanto, porque desde los 60 de su juventud tampoco ha habido ninguna otra revolución.

Esto se demuestra en el revival musical que estamos viviendo, toda vez que hoy se vegeta creativamente con los restos de lo que se hizo en el pasado. Por eso son muy pertinentes los temas que ha introducido Bertolucci en la banda sonora de «Io e te». No debe sorprender que el protagonista adolescente escuche «Boys Don't Cry», grabado por The Cure en 1980. Como tampoco que la composición que sirve de leit motiv a la película sea «Space Odditiy», que data de 1969. Es más, su texto se vuelve del todo alegórico en su versión en italiano, interpretada por el propio David Bowie con el título de «Ragazzo solo, ragazza sola».

Y de soledades compartidas habla «Io e te», que es en lo que se convierte aquí la eterna historia del chico conoce chica. Bertolucci lleva a cabo una de las mejores disecciones de la era de la tecnología vistas en una pantalla recientemente, definiéndola como un periodo de aislamiento e incomunicación física. Ya no hay sexo real, ni incesto, solo niños y niñas burbuja dentro del nido familiar que se resisten a abandonar. El contacto entre la pareja de hermanastros ya no puede ser más ambiguo, también entre el chaval de catorce años y la madre biológica. Este complejo de Edipo no es el mismo que Bertolucci trató en «La luna», ni tan siquiera la drogadicción de su medio hermana tiene parecidas consecuencias. El sótano de la casa sirve de espacio neutral para dos seres encerrados en sus respectivas fases transitorias de ida y vuelta.

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