En busca de una política lingüística que sitúe al irlandés como lengua relevante en la vida diaria
La precaria situación de la lengua gaélica irlandesa tiene raíces históricas y una clara carga política. Evidentemente, este contexto es distinto en el norte y el sur de Irlanda, ya que el norte de la isla se encuentra aún bajo jurisdicción británica y sin reconocimiento oficial para el gaélico. Lo fundamental es convertir el idioma en relevante para la vida cotidiana.
Soledad GALIANA | Iñaki IRIGOIEN
Fergus Ó hÍr, director de Raidió Fáilte, que emite su programación íntegramente en irlandés en Belfast, explica que «cuando se estableció la partición de Irlanda todavía había hablantes nativos del gaélico irlandés, pero el idioma murió con ellos debido a la falta de apoyo o más bien a la hostilidad de la Administración. En la zona norte de Irlanda, lo que se conoce como Irlanda del Norte, no hay hablantes que tengan un lazo de unión con el pasado, esa conexión ha sido rota y el Gobierno es en gran manera el responsable».
Fergus Ó hÍr y Ciarán Murray coordinador de la cooperativa de medios comunitarios de Dublín NEAR Media Coop compartieron sus experiencias en materia lingüística durante las II Jornadas Europeas de Radios Comunitarias celebradas recientemente en Donostia.
Es cierto que en las últimas décadas ha habido nuevos intentos de recuperar la lengua en el norte de Irlanda, pero gracias al esfuerzo comunitario. «Fue la gente la que mantuvo la lengua viva, no el Gobierno, organizando clases en centros comunitarios, en clubes... y en cualquier sitio donde se pudiera. Y esa situación se ha mantenido hasta fechas recientes», apunta Ó hÍr. En los años 60, un grupo gaélicoparlante estableció una comunidad de lengua exclusivamente gaélica (Gaeltach) en el oeste de Belfast y al poco tiempo, en 1971, crearon la primera escuela en irlandés del norte de Irlanda. Fueron amenazados por el Gobierno con ser llevados ante el juez, pero ignoraron la amenaza y continuaron con su trabajo.
Iniciativas de este tipo, junto con la mayor concienciación política, trajeron consigo el resurgimiento del irlandés o, por lo menos, del interés por el irlandés en el norte de Irlanda. Así, cuando se firmó el Acuerdo de Viernes Santo en 1993 se dio por primera vez al irlandés algún tipo de reconocimiento oficial. «El Acuerdo de Viernes Santo supuso un momento histórico para el irlandés ya que por primera vez en el norte existían compromisos escritos de apoyo a la lengua irlandesa», recuerda Ó hÍr. Aquel acuerdo reconoce la importancia del respeto, el entendimiento y la tolerancia en relación a la diversidad lingüística. Era la primera vez que el Gobierno se comprometía a apoyar el irlandés. Y hablamos de 1998.
Desgraciadamente, en la práctica no hubo demasiados cambios y en 2006, como parte del Acuerdo de Saint Andrews (Escocia), el Gobierno británico se comprometió a publicar una ley del irlandés para dar base legal al apoyo a esta lengua. Por ello, en estos momentos está en marcha una campaña en favor de una ley de apoyo al irlandés, ya que los partidos unionistas en el Gobierno regional en Belfast son muy hostiles hacia la cooficialidad del irlandés. La realidad es que hoy día la única defensa del gaélico en el norte de Irlanda es la llamada Carta Europea de las Lenguas Minori- tarias o Regionales, firmada por Gran Bretaña con respecto al idioma irlandés en 2001.
Respecto a la República de Irlanda, desde su fundación, en 1920, se dieron bienintencionados intentos por parte de los primeros gobiernos de cuidar y potenciar la lengua, pero sin mucho éxito en términos generales. En 2003, se aprobó la ley de las lenguas oficiales, que impulsaba el uso del irlandés en ámbitos oficiales, desde el Parlamento a la Administración. También incluía la constitución de un comisionado y de un defensor del pueblo para el irlandés, cuya labor es investigar las quejas de los usuarios por las dificultades de acceder a servicios en irlandés. El comisionado controla también si los organismos públicos cumplen con sus funciones en relación a su compromiso de proveer servicios en irlandés.
Hacia la normalización
En la actualidad, debido al incremento de escuelas en irlandés tanto en el norte como en el sur, hay una nueva generación de jóvenes que pueden hablar en su lengua y, en muchos casos, con un afán de luchar por la promoción del irlandés. Y eso está suponiendo un nuevo impulso de cara a su normalización.
Algo para lo que tanto Ó hÍr como Murray consideran necesario convertir el idioma en algo estimulante para la juventud, porque la mayoría de los incentivos que recibe son en inglés, buscando la forma de hacer del idioma algo moderno, relevante en su vida laboral y social. «Probablemente ese es el mayor obstáculo y la mayor oportunidad de cara al futuro para recuperar la lengua», apunta Ó hÍr.
Ambos constatan también los efectos positivos de la inmersión lingüística en la escuela, si bien Murray menciona que el irlandés sigue siendo minoritario en el modelo educativo en el sur de Irlanda pese a su cooficialidad. En este sentido, muchas voces responsabilizan del escaso uso de la lengua a la obligatoriedad de su aprendizaje. Ó hÍr responde: «Escucho a menudo esta queja en relación al irlandés, pero no escucho la misma queja sobre el inglés, o las matemáticas, u otras asignaturas». Y Murray añade que si bien se pueden apuntar ejemplos en los que la obligatoriedad no ha surtido los efectos necesarios también se pueden encontrar ejemplos que indican lo contrario, y subraya que «es muy fácil encontrar a quien echar la culpa por la situación de la lengua, cuando es una responsabilidad individual que tenemos que asumir como propia».
Los dos coinciden en que más que mirar a la obligatoriedad, se debe lograr un cambio de actitud: «Se necesita ver al irlandés como algo propio, que mejora tu vida y contribuye a completar quien eres».
Y, en ese sentido, Ó hÍr concluye que desde el punto de vista de la lengua es mejor tener un país independiente. «Un Gobierno que apoya a la lengua es mejor que uno que no lo hace. Un Estado independiente es importante, pero no es suficiente, hay que mantenerse vigilante y asegurarse de que la gente mantiene vivo el idioma», sostiene.