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CRíTICA: «Springsteen & I»

La cercanía de un artista interconectado con su público

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Mikel INSAUSTI

El pasado día 22 de este mes tuvo lugar una curiosa experiencia en salas digitales, con el estreno simultáneo en todo el mundo del documental musical «Springsteen & I», producido por Ridley Scott. El cineasta inglés ha configurado el proyecto a imagen y semejanza de «Life in a Day», audiovisual que fue editado por Kevin McDonald hace dos años a partir de las grabaciones enviadas por personas de todas partes sobre su vida diaria. Siguiendo dicho esquema participativo, la nueva película ha sido posible gracias a la colaboración de los fans de Bruce Springsteen, quienes con sus móviles o cámaras de vídeo han dado su testimonio particular sobre la música de su artista favorito.

Esta vez le ha tocado a Baillie Walsh, realizador de videoclips, coordinar la gran cantidad de material acumulado. La edición vuelve a ser perfecta, por lo que técnicamente el experimento resulta muy positivo, al quedar las imágenes de procedencia doméstica muy bien integradas en el conjunto. No desentonan con la espectacularidad de los conciertos grabados para la pantalla grande. Quien piense que puede disfrutar tanto de ellos en otras plataformas se equivoca, y de ahí que este tipo de probaturas sean de vital importancia para el futuro inmediato del sector de la exhibición.

Tampoco «Springsteen & I» es convencional en lo tocante a su contenido, ya que evita caer en el peligro del producto mitómano hecho a la medida de su estrella. El propio Bruce se cuida mucho de no ejercer de estrella, tal como se pudo comprobar en su reciente visita a Donostia. Siempre honesto y cercano con su público internacional, en cuanto compositor de himnos para la clase obrera, acaba la película regalando abrazos a muchos de los participantes que han querido compartir sus anécdotas personales con el Boss. La mayoría son muy divertidas y entrañables, aunque la más sincera es la del hombre que se aburre en los interminables conciertos de tres horas y media, a los que acude para acompañar a su mujer, que es la verdadera fan. Unas ocurren en la distancia y otras en el mismo escenario, como la improvisación con el imitador de Elvis.

 

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