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Viento en las velas y pasiones compartidas en un batel

Ondarroa acogerá mañana la cuarta edición del «Batelero Eguna», una fiesta lúdico-cultural organizada por Euskal BatelEroak, que reivindica nuestra memoria marítima. Una invitación al disfrute de un modelo de navegación que no quiere caer en el olvido.

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Un breve vistazo a nuestros puertos nos descubre un paisaje un tanto desolador. Sobre todo si tenemos en cuenta que siempre hemos sido un pueblo que ha mirado hacia el mar. Las flotas pesqueras han menguado considerablemente y poco queda de nuestro pasado marítimo, esas embarcaciones que un día surcaron el mar y nuestras costas y que hoy no son más que pecios que asoman su osamenta de madera podrida de entre las arenas, fantasmas que reposan en los fondos marinos, desguaces cubiertos de roña y olvido o saldos que se venden a navieras extranjeras por un precio no acorde con su legado.

No hace mucho tiempo, un viejo marino interrumpió su habitual paseo por el puerto de Lekeitio. Quizás incrédulo ante lo que había observado de refilón, quiso percatarse de que lo visto no había sido un reflejo del pasado. De entre los primeros rayos de sol de la mañana, se había asomado algo que podía haber sido una vela y no precisamente el trapo de uno de esos múltiples veleros que reposan en los puertos deportivos. El viejo escudriñó el horizonte y cuando pensó que lo que había creído ver no fue más que una de esas bromas que, de vez en cuando, gasta la mar, se dispuso a retomar su paseo. De improvisto y ante sus ojos se asomó de entre el oleaje lo que el creyó una ilusión, un batel de madera que surcaba las olas impulsado por una vela al tercio. El viejo siguió el recorrido de aquella pequeña embarcación que parecía haber escapado de entre los recuerdos de su pasado y dejó escapar varias lágrimas de emoción.

Esta estampa es real y se ha escenificado en diversos puertos y con diferentes bateles. No se trata de visiones o fantasmas, es una imagen reciente que ha recobrado vigor gracias a la apuesta de diferentes personas que se han empeñado en preservar nuestra memoria marina.

Englobados en la asociación Euskal BatelEroak, son cada día más las personas que provenientes de colectivos como Albaola, Itsas Egurra Haizean o, simplemente, por su propia cuenta y riesgo, han unido sus esfuerzos para rescatar esas embarcaciones condenadas a ser pasto del tiempo y del olvido que agonizaban en amarres o se pudrían irremediablemente, recostadas en tierra firme. «Es una lástima que no haya habido preocupación alguna por preservar nuestra memoria marina -estas palabras las pronuncia Beñat Ibaieta, integrante de Euskal BatelEroak-. Nos queda mucha labor por hacer porque son muchas las embarcaciones a las que hay que seguir el rastro para que no se pierdan definitivamente».

Euskal BatelEroak nació como asociación hace cinco años, en el transcurso de unas jornadas de navegación tradicional que se celebraron en Bretaña. Sorprendidos por el cuidado que otros países otorgaban a su patrimonio naval, un grupo de personas se planteó hacer algo similar.

«Esta iniciativa -señala Ibaieta- surgió como un esfuerzo colectivo para que personas dispersas en los puertos de Euskal Herria y unidos por la misma pasión, compartiéramos conocimientos, investigación, reflotamiento de embarcaciones y la magia que supone surcar la mar a bordo de bateles».

Llegados a este punto, merece la pena saber el porqué del batel «Es una embarcación nuestra muy tradicional», responde el integrante de Euskal BatelEroak. «Su utilización era muy `doméstica', data del siglo XIX y no requiere de mucha tripulación para pilotarla. Podría decirse que era una embarcación que aglutinaba a las familias de la costa».

Un batel cabecea cansinamente mientras permanece amarrado en puerto. De entre su fisonomía de madera destaca un mástil engalanado con una vela recogida. Beñat Ibaieta señala la tela que aguarda ser desplegada «Además de reflotar los bateles, queríamos recuperar la navegación tradicional a vela. La vela al tercio está prácticamente desaparecida, el corte de esta tela fue muy utilizado en el Cantábrico pero en todos los puertos topamos con diferentes variaciones. Por ejemplo, en Galicia tienen la Dorna y en Asturias y Cantabria la vela y el batel es muy similar a los nuestros».

En su cruzada particular por rescatar del olvido los viejos bateles de madera, Euskal BatelEroak ha logrado hasta el momento reunir una pequeña flota que incluye veinte embarcaciones de diverso tamaño.

«Cuando contemplas estas embarcaciones a toda vela, la mar adquiere otra fisonomía. Es curiosa la reacción de la gente cuando descubre estas embarcaciones. Provoca mucha emoción. Sobre todo en personas mayores cuya vida ha estado ligada al mar». De repente, contemplar desde tierra a estos bateles, invita a quienes los observan a viajar al pasado, a rencontrarse con algo que quedó en el olvido. «La mayoría de la gente siempre me comenta `Menudo trabajo te das todos los días, yendo a achicar el agua del batel cada vez que llueve'. A mí, y a muchos de mis compañeros, nos resulta difícil expresar esos motivos pero creo que se resume en la sensación que sentimos y compartimos cada vez que nos echamos al mar. No resulta fácil recuperar y cuidar una embarcación de madera. En nuestra labor pretendemos amoldarnos a las técnicas y herramientas que utilizaban en el pasado», afirma Beñat Ibaieta.

En ocasiones, los propietarios originales de estos bateles no quieren saber nada de donaciones o recuperaciones. En cambio, otros, se muestran muy contentos cuando los redescubren reflotados. «La verdad es que son cantidad los botes dañados que tenemos entre manos. A veces no damos abasto. Cuando topas con un batel semipodrido, lo primero que debes hacer es ver el estado real en el que se encuentra: cambiar las cuadernas que estén podridas, normalmente están hechas de acacias que cocemos al vapor para poder domarlas y amoldarlas al casco».

La singularidad de este apego por lo tradicional, por seguir la estela de un sentimiento marino, provoca que, vistos desde cierta distancia, los integrantes de Euskal BatelEroak se muestren ante nuestros ojos como auténticos lobos de mar que hacen gala del segundo sentido que contiene el nombre de su asociación. La saludable «locura» que provoca esta afición incluye diversas singularidades. Como por ejemplo el ritual que conlleva la tala de los árboles que servirán para reparar la embarcación dañada y los días señalados en los que debe hacerse.

Estos druidas del mar -concentrados en akelarres de olas, viento y salitre- dan rienda suelta a su afición por el nomadeo en fechas tan señaladas como el «Batelero Eguna», una cita ineludible para descubrir el singular encanto de esta experiencia, que cada día cuenta con más adeptos y que este año, tendrá su sede en Ondarroa el próximo día 31 (el 27 hubo otra jornada). En palabras de Beñat Ibaieta, «cuando se comenzaron a organizar estos días, no esperamos que el eco obtenido fuera tal. De la curiosidad se ha pasado al interés por lo que hacemos y compartimos. En estas jornadas, haremos una botadura, saldremos a la mar, invitaremos a que la gente se embarque con nosotros y que disfrute con este tipo de navegación a vela que aglutina mucha más emoción que la que puedas encontrar en uno de esos veleros que podemos encontrar en los puertos deportivos porque como el batel es más pequeño, el contacto con el mar es mucho más directo». Además, los vientos han de ser controlados de manera muy diferente. «Batelero Eguna» es, sobre todo, una fiesta, una excusa para mostrar este mundo a través de exposiciones, comidas populares, navegaciones compartidas en las que acuden embarcaciones de todos los puertos de Euskal Herria. «En ocasiones pasadas han venido embarcaciones del Mediterráneo y este año podrían acudir además botes provenientes de Galici». La invitación está lanzada ya solo queda soltar amarras y que el trapo nos lleve, a toda vela, hacia Ondarroa.

 

 
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