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Raimundo Fitero

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Empieza agosto y no sé si darle ya a cancelar o a guardar. El jefe de la banda se va a fumar hoy un puro en el parlamento español para hablar de los prodigios económicos de su gestión. Todos sus correligionarios y los medios untados por los sobres y las inserciones publicitarias opacas toman alucinógenos y ven brotes verdes hasta en las mazmorras. Bárcenas en el bolsillo. Bárcenas el proscrito. Le han traicionado y el extesorero acusa. ¿Tiene más munición o le han vendido hasta sus abogados? Esto no es comedia para el veraneo. Mejor el tinto de verano que nos proporciona el Papa Francisco y sus despistes verbales, haciendo ver que se aparta de la ideología homófona de la organización que dirige.

Pero hay que seguir mirando al rectángulo con muñecos que se mueven, y de repente una ensalada mixta con frutos secos y amargantes. Salen de prisión cuarenta y seis ciudadanos con pasaporte español de las cárceles marroquíes gracias a la petición que el suegro de Urdangarin le hizo a su «sobrino» Mohamed VI. En algún lugar se les escapa decir que se trata de pagar unos «favores». ¿De qué tipo? Estas relaciones tan estrechas entre las monarquías separadas por el estrecho de Gibraltar en la persona de sus titulares son más que sospechosas. Es bien sabido que en Marruecos hay una democracia moderna, modernísima, ejemplar. Por lo tanto las relaciones deben ser estrechadas para que quede claro en que frecuencia democrática anda el reino de España. Vergonzante.

Pero como hay que rellenar informativos nos cuentan que han detenido en varias poblaciones de la costa valenciana a una banda dedicada a convertir coches de gama media en Ferrari. Yo veo en esas cadenas de la TDT varios programas en los que los mecánicos manitas hacen maravillas con coches viejos que convierten en joyas. Y ganan dinero con ello. Lo de esta supuesta banda, es magia. Bueno, ahora que lo pienso, puede ser un lugar de I + D de la marca. Me explico, viendo las carreras de Fórmula 1, los resultados de la escudería del caballito rampante, puede ser que se trate precisamente de eso, de que Fernando Alonso conduce un coche que por fuera parece un Ferrari, pero que por dentro es un Cinquecento trucado.

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