Cerradas las líneas de suministro y sin conexión exterior, Gaza vuelve a ser una bomba de relojería
Una de las derivadas del golpe militar que derrocó al presidente de Egipto, Mohamed Morsi, es el cierre total de los túneles y pasos con Gaza. El Ejército egipcio ha inundado los túneles con aguas resi- duales, ha volado y taponado las entradas con bulldozers y arena y ha cerrado indefinidamente el paso de Gaza, única conexión de los casi dos millones de gazatíes con el mundo. Las consecuencias inmediatas, como la escasez de combustible y alimentos, y sin la apertura de otros canales de importación, la destrucción de la única línea de vida de los palestinos de Gaza, convierte así la situación en una bomba de relojería. La miseria y la frustración que el cierre de todas las ventanas de esperanza trae consigo puede transformarse en violencia. Máxime con la delicada situación en la península del Sinaí, la tormenta que no arrecia del golpe militar en Egipto y las negociaciones entre palestinos e israelíes que auspician los EEUU, curiosamente los mismos que consideran el golpe sinónimo de «restablecimiento de la democracia».
Los palestinos pagan los platos rotos de Egipto mientras EEUU proporciona al Ejército dinero y armas por el bloqueo. Una indecencia.