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Maite Soroa | msoroa@gara.net

Gibraltar

La prensa cavernaria está indignada con las autoridades gibraltareñas. Ayer, cerraba filas y aplaudía al ministro español de Exteriores.

Según decía el «El Mundo» en un punto editorial, «España hace bien en presionar» pues «Gibraltar no puede pretender que sus medidas hostiles queden sin respuesta. Aquí, la colonia es la que más tiene que perder». Ya se ve cuánto les importan los gibraltareños y gibraltareñas.

«La Razón», que ya el domingo titulaba en primera sobre una fotografía de la roca y una gran rojigualda: «La Armada volverá al Peñón», se quejaba de que los catalanes de Convergencia «cortejan a las autoridades del Peñón en plena crisis desatada por sus provocaciones contra España», por los contactos del secretario de Asuntos Exteriores de la Generalitat con el ministro principal de Gibraltar para acudir a los actos de celebración del tercer centenario del Tratado de Utrecht. Al respecto, Alfonso Merlos, siempre tan serio, decía entre insulto e insulto: «Ya se sabe: los enemigos de mis enemigos son mis amigos. Y en esta ecuación de pestilente realpolitik están los más feroces escuadrones del nacionalismo catalán a la búsqueda de la complicidad de esos sujetos que habitan un peculiar territorio español llamado Gibraltar, convertido en un nido de delincuencia a todos los niveles y en un foco de morralla». Este ve la paja en el ojo gibraltareño y aparenta no ver la viga en el español, empezando por su Jefatura de Estado y siguiendo por el Gobierno.

«Abc» titulaba en portada «Londres acusa el golpe», y aseguraba que el Gobierno británico «muestra su preocupación por al aviso de España de que se han acabado las cesiones con el peñón». Seguro que están temblando.

Y no es que no tengan motivos para ello, pues en «Libertaddigital», decía Federico Jiménez Losantos que «Lo de Gibraltar no es tan difícil». Aseguraba Fede que dos presidentes españoles «han tenido la oportunidad de doblar la mano de Londres: González y Aznar», pero «Ninguno quiso perderse el placer de verse halagado por gente que habla inglés. Y menos, por Gibraltar». Y después daba las instrucciones precisas al ministro español: «Persigamos el delito en ese chamizo de la Pérfida Albión: ni aeropuerto, ni facilidades de tránsito, ni tolerancia fiscal, ni nada de nada. Policía, Guardia Civil y más policía. No es tan difícil. Tratemos a los gibraltareños como si ya fueran españoles... Pobres». Otra versión del triste «la maté porque era mía».

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