Cada gasteiztarra vive el día de La Blanca a su manera. Hay quien opta por calzarse las abarcas y patear las calles de la ciudad cerveza en mano junto a una charanga. Muchos se ponen la blusa o los pololos en familia. Otros deciden comenzar la mañana con el Rosario de la Aurora tras haber desfilado en la procesión de los Faroles. Y algunos se esconden de la claridad bajo las sábanas de su cama a la espera de la noche.

Son distintas formas de vivir una jornada que comienza temprano, a las siete de la mañana, cuando los gaupaseros ceden el testigo a los feligreses. El relevo está marcado por las miradas de unos y otros. Así, mientras los segundos se sorprenden por el estado etílico de los más fiesteros, los primeros bromean sobre la devoción vespertina de los asistentes al Rosario de la Aurora, que recorren entre rezos las calles de Alde Zaharra.

Como era de esperar, ayer se repitió esta situación. El paso de la procesión coincidió con el cierre de los últimos bares, y fue el preludio de la Misa de la Aurora y de la posterior Misa Pontifical. Dos actos eclesiásticos que estuvieron marcados por las críticas advertidas por muchos ciudadanos a la comitiva municipal. Cabe señalar que el alcalde, Javier Maroto (PP), fue recibido entre silbidos por los blusas y las neskas, presentes desde las nueve de la mañana en la balconada de San Miguel.

A partir de las once de la mañana, tras desfilar frente a la imagen de la patrona, las cuadrillas pusieron punto y final a los oficios religiosos, y llenaron de color el centro de la ciudad. Las blusas negras y azules; las fajas rojas, negras y verdes; los pañuelos a cuadros y rojos; y los mil y un vestidos de las neskas pintaron las calles e hicieron frente a las nubes, que, para alivio de los asistentes al homenaje a la ikurriña, tumbaron los termómetros y templaron el ambiente.

Tras la comida, acompañada de copa y puro para acelerar la digestión, los blusas y las neskas se dieron cita en la Plaza Nueva, desde donde salió el primer paseíllo de ida a los toros de estas fiestas. Once días después del Día del Blusa, los protagonistas de las fiestas de La Blanca desfilaron por las calles del Ensanche hasta las inmediaciones del Iradier Arena. Una vez allí, las cuadrillas se dispersaron entre los bares de la zona.

Campamento base

Las tabernas, las cafeterías y las aceras se convirtieron en un refugio en el que pasar las horas a la espera del paseíllo de vuelta de los toros. Campamentos base improvisados para descansar y reponer fuerzas. Mientras, algún que otro taurino pudo presenciar la actuación de Manuel Jesús «El Cid», de David Fandilla «El Fandi» y de Sebastián Castella.

Al término de la corrida, a las ocho y media de la tarde, los blusas y las neskas emprendieron el paseíllo de vuelta de los toros. Con más alcohol en sangre y más ampollas en los pies, las cuadrillas recorrieron las calles Florida y Dato de vuelta al centro de la capital alavesa, donde comenzaban a escucharse los primeros acordes de la noche de la mano de Playa Canalla.

Después de cenar, los gasteiztarras se dividieron por zonas dependiendo de los gustos de cada cuadrilla. Por ejemplo, los que no quisieron moverse del centro pudieron elegir entre escuchar a Eñaut Elorrieta en la Plaza del Machete, a Childrain en el Gaztetxe, o a Kiko Veneno en la Plaza de los Fueros, donde se sitúa el escenario principal.

Por su parte, los que se decantaron por las Txosnas, ubicadas en el Campus Universitario de Araba, pudieron presenciar de primera mano el recital de Anje Duhalde y la actuación de On. A estos conciertos se sumó el de Resa Against the Machine, organizado por los responsables de la Gazte Karpa.

Mañana las guitarras ganarán protagonismo en las fiestas de Gasteiz. Gatibu tocará a media noche en la Plaza de los Fueros, y Cobra, Willis Drummond y Sacramento pondrán la música en la zona de los Txosnas.