Probablemente con intención de disimular un poco el lodazal en el que se encuentra, el Gobierno español chapotea estos días en diversas salsas que también ha sazonado con su lodo, esta vez diplomático. Y el extremo centro mediático le anima, especialmente en el caso de Gibraltar.

«El Mundo» titulaba ayer su editorial «Hay que reunir al Parlamento para hablar del Peñón», y se quejaba de que «mientras en Reino Unido todos han cerrado filas en tono a las autoridades gibraltareñas y han pedido contundencia con España, aquí los principales partidos se han desmarcado de las posiciones del Ejecutivo español». Y ponía verdes a quienes no cerraban filas con el ministro de Exteriores español. Pero también un reproche al ministro: «Si en algo se ha equivocado Margallo es en responder a las provocaciones de Gibraltar desde el sofá del ministerio en lugar de hacerlo como requiere la ocasión desde la sede la soberanía nacional». Bueno, al menos guarda más las formas que Federico Jiménez Losantos, cuya receta, el otro día, era «Policía, Guardia Civil y más policía».

En cualquier caso, parece que la unidad de los británicos frente a los españoles no ha surtido el efecto esperado, pues «Abc» titulaba en primera, junto a un retrato de un Cameron con cara de susto: «Cameron, seriamente `preocupado' por el órdago español». Y aseguraba que el primer ministro británico «pide cuentas a España por las medidas anunciadas por Abc». Todas sabemos que es el periódico preferido de Cameron; si no fuera así, ni se habría enterado. Después arremetía contra el PSOE: «Nadie les pide que se disculpen por la torpeza de su pasada política exterior. Sólo que hagan honor a la `E' que figura en sus siglas, y aunque sea con la boca pequeña apoyen al Gobierno, que está defendiendo la dignidad nacional frente a una provocación inaceptable». Si es cierto que no hacen honor ni a la `E', solo les queda la `P'.

«La Razón» insistía en la misma dirección: «el PSOE tuvo ayer la oportunidad de cerrar filas con el Gobierno en un tema en el que están en juego los intereses nacionales. No fue así». Y también mencionaba a la oposición británica: «La actitud de los socialistas españoles contrasta con la expresada por el Partido Laborista, que ha mostrado su apoyo a Cameron». Seguramente piensan que cuantos más retocen en el barro, menos se nota.