Crónica | Desde Gibraltar
Menos controles tras los avisos de Europa a Madrid
Disminuyen las largas colas que durante los últimos días han colapsado la frontera de Gibraltar. La reacción de la Unión Europea, que dio un tirón de orejas al Estado español y se plantea enviar una misión para vigilar los controles, así como el foco mediático, han relajado la posición de Madrid. Pese a todo, la tensión se mantiene, mientras que «cortina de humo» es la expresión más repetida a ambos lados del paso.
Alberto PRADILLA
«Están locos. Se han creado un problema a sí mismos, ya que los principales afectados por los controles son, precisamente, los trabajadores que regresan a la Línea». Occa, gibraltareña de 35 años, describía de este modo la última campaña desatada en la frontera de Gibraltar por parte del Gobierno español. Tras una semana en la que el incremento de los controles en la frontera del territorio británico provocó esperas de hasta siete horas, el paso registraba ayer un tráfico más fluido. Las vías de entrada y salida, organizadas de forma serpenteante, como los accesos a una atracción en un parque temático, no estaban colapsadas. En la entrada a Gibraltar, la Policía del Peñón apenas lanzaba un vistazo rápido a los documentos de quienes accedían en vehículo. En el otro sentido sí que se producían algunas retenciones causadas por los registros aleatorios, centrados especialmente en las motos. Aunque no llegaba al dramatismo de las escenas ocurridas en los últimos días. Y eso que, por la mañana, un coche procedente del territorio británico y supuestamente dedicado al contrabando arrolló a un agente de la Guardia Civil que intentaba darle el alto. En este contexto de escalada creciente, la tensión era palpable. Como ejemplo, las periódicas apariciones de motoristas que, emulando al ministro español de Exteriores, José Manuel García Margallo, lanzaban un «¡Gibraltar español!» frente a la frontera para desaparecer entre las calles de La Línea.
«La política de España ha sido un poco criminal. No se puede tener a la gente así en pleno verano. Incluso algunos ancianos tuvieron que ser hospitalizados», señalaba un llanito de edad avanzada junto a las oficinas de Fabian Picardo, primer ministro gibraltareño. «Es muy estresante», se quejaba David, camarero originario de La Línea de la Concepción que trabaja en un bar en el interior del Peñón, lo que le obliga a cruzar diariamente la frontera. Como muchos de los más de 7.000 empleados españoles en Gibraltar, había optado por atravesar el paso andando. «Hay menos esperas porque muchos dejan el coche en el parking y cruzan a pie», explicaba Harris, también originario del Peñón. Claro que las retenciones no desaparecieron por completo, ya que Madrid mantiene el pulso abierto contra el Gobierno del Peñón y el Ejecutivo británico.
Foco mediático
«Ahora no hay atasco porque está la prensa. Pero luego, por la noche, la Policía intensifica los controles», señalaba, junto a la frontera, Manuel Márquez, delegado de la Asociación Sociocultural de Trabajadores Españoles en Gibraltar (Astecg). Las imágenes de largas colas han vuelto a situar a Gibraltar en la agenda mediática. Y esta es una de las razones por las que, a juicio de afectados como Márquez, Madrid trata de miniminzar el impacto de su ofensiva.
No obstante, el asunto ya está sobre la mesa de la comunidad internacional. De hecho, la Unión Europea planteó ayer la posibilidad de enviar una «misión técnica» que vigile los retenes policiales españoles. Una advertencia que, a juicio de gibraltareños como Harris, ha servido de dique a la campaña de Madrid. A esto se le suma el anuncio realizado ayer por Joseph García, viceministro del Peñón, quien señaló al diario «The Guardian» que su Ejecutivo se plantea llevar al Estado español ante Estrasburgo debido a los efectos de la «actuación inhumana» en el Peñón.
Nadie se atreve a vaticinar si se registrará una escalada. Aunque muchos coinciden en calificar la campaña de «cortina de humo». Como señalaba Miguel Ángel Zoilo poco antes de enfilar el camino hacia la aduana, «se trata de artimañas del PP para tapar los delitos que ha cometido su Gobierno».