CRíTICA Quincena Musical
Humedad 1 - Afinación 0
Mikel CHAMIZO
El Convento de Santa Teresa es un escenario insustituible para la Quincena, que lleva muchos años hospedando en él su Ciclo de Música Antigua. Pero por si en Donostia los índices de humedad en el aire no fueran ya estratosféricos, Santa Teresa debe de hallarse en pleno centro de un Triángulo de las Bermudas higrométrico. No es que el problema sea molesto para el público, pero en días especialmente húmedos resulta terrible para los instrumentos musicales que tienen cuerdas de tripa, como violines antiguos, vihuelas o claves, que se desafinan en cuestión de minutos. En los últimos años hemos visto en el Convento muchos percances relacionados con la humedad –que básicamente se solucionan afinando constantemente–, pero es que el lunes un oído atento podía percibir como a Enrico Casazza se le iba desafinando el violín en el curso de una misma interpretación. Hasta el clave se desafinó por completo, lo que obligó a Davide Pozza a parar en el peor momento, justo antes de la pieza final, para afinarlo de arriba abajo. Pese al handicap de la humedad el dúo realizó una magnífica interpretación de “Los cinco misteriores gloriosos”, nombre con el que son conocidas las cinco últimas “Sonatas del Rosario” de Biber. Recordábamos la maravillosa interpretación que de las mismas hizo Riccardo Minasi en 2004, pero la visión de Casazza, aunque menos exuberante, fue elegante e imaginativa, con un fraseo de dúctil belleza en los tiempos lentos y un enérgico virtuosismo cuando la música así lo requería. La humedad ganó la partida a la afinación, pero la música se impuso por goleada.