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CRíTICA Quincena

Consagración de los extremos

Mikel CHAMIZO          

Aunque la JONDE ha visitado la Quincena Musical en numerosas ocasiones, el lunes llegó a Donostia con una formación enorme, de 109 músicos, para enfrentarse a uno de los grandes tótems del repertorio sinfónico, “La consagración de la primavera”, estrenada hace ahora cien años en una velada que terminó con el público tirándose de los pelos y la irrupción de la policía. A sus cien años el ballet de Stravinsky sigue pareciéndonos una creación tan moderna y fresca como el primer día, pero es fácil entender el shock que debió sufrir el público parisino original cuando se escucha en una versión tan extrema como la que ofreció la JONDE, que casi no entraba sobre el escenario del Victoria Eugenia, bajo la batuta de George Pehlivanian. El maestro franco-americano hace un uso casi brutal de los instrumentos de percusión y de la masa orquestal. La escritura rítmica y la instrumentación de Stravinsky ya son de por sí agresivas, pero Pehlivanian lo lleva al límite para dar forma a una versión epatante desde el primer al último compás. Se podría objetar que el ballet de Stravinsky no es solamente ruido y que hay mucha poesía en su interior, pero la JONDE desplegó tal espectáculo de decibelios que uno terminaba apagando el cerebro y sintiendo la música con las entrañas, lo que es también una vivencia perfectamente válida para la “Consagración”.

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