Las declaraciones del presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, en las que aseguraba que su Gobierno ha mantenido contactos con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y que espera que las negociaciones con esa guerrilla comiencen pronto son una buena noticia, para Colombia y para todo el mundo. Cuando las conversaciones con las FARC, si bien no exentas de dificultades, parecen encaminadas, tal y como ambas partes afirman, lo anunciado por el presidente colombiano es un empuje a ese proceso negociador que a buen seguro incide en la esperanza de paz en Colombia.

Sería ingenuo hablar de un conflicto prácticamente solucionado a estas alturas del proceso, y es preciso esperar a su conclusión para hacer un balance definitivo y que la inmensa mayoría de colombianos desea que sea positivo; no obstante, el balance provisional ya se puede considerar así, además de por los acuerdos que vayan fraguando, porque ambas partes están demostrando voluntad sincera de llegar al acuerdo resolutivo. Esa voluntad es la que ha hecho posible que los motivos de esperanza de los colombianos se vean fortalecidos por la previsible ampliación de las negociaciones al ELN.