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kaosenlared.net | Rafael Cid 2013/8/17

Egipto, terrorismo de Estado con rostro humano

(...) aunque comparar matanzas entra en el territorio del dislate, por su forma y fondo los elementos que rodean al «caso egipcio» tienen aspectos suficientes para afirmar que se trata de una excepción. Que en pleno siglo XXI, las naciones que pretenden el liderazgo democrático esperen de brazos cruzados a que los militares golpistas completen la eliminación física de la población civil que ha ocupado el espacio público en algunas plazas de El Cairo para protestar y manifestarse pacíficamente contra la destitución violenta del presidente Morsi, surgido de la primeras elecciones genuinas habidas en el país, es algo que supera todo lo hasta ahora visto. Salvo que recordemos lo ocurrido en Chile tras el asesinato de Allende (...).

Nunca, nunca en la historiá política reciente, se había dado entre fuerzas ideológicas tan distintas una complicidad para la represión cruenta de la población civil como en el caso del brutal ataque contra los campamentos de los Hermanos Musulmanes. La Casa Blanca; la Unión Europea; la ONU; la peor calaña de las tiranías del Golfo ; los salafistas; una parte de la sociedad laica; las jerarquías de las iglesias copta y suní; sectores sobrevenidos de «la primera árabe»; medios de comunicación de referencia mundial y partidos y sindicatos de izquierda, juntos y resueltos para imponer «un orden nuevo» a sangre y fuego. Puro terrorismo de Estado revestido de rostro humano.

(...) Hablamos de ese hábito siniestro de la «obediencia debida» que facilita «cruzadas» y limpiezas étnicas» contra infieles y diferentes. De la «razón de Estado» que alentaba el lanzamiento de bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki. Del «destino manifiesto» con que Estados Unidos encubre la invasión militar de Irak y la intervención de Afganistán en defensa de la civilización occidental. De esas mentiras de destrucción masiva con que los poderosos del mundo encubren sus fechorías. Cuando uno veía horrorizado en la televisión las imágenes nocturnas de los campamentos convertidos en pavesas, resultaba evidente que lo que las autoridades calificaban de «enfrentamientos» encubría el ataque indiscriminado con bombas incendiarias a las tiendas de campaña donde miles de hombres y mujeres recuperaban el espíritu de la «plaza Tahrir».

Es un lugar común decir que la verdad es la primera baja en una batalla. Pero es cierto, porque la mentira permite la impunidad de los asesinos y facilita una excusa a los que no quieren comprometerse. Y medias verdades, mentiras y rotundas falsedades es lo que la prensa del sistema ha contado para no interferir en el programa de «terrorismo de Estado» que llevaban a cabo los golpistas egipcios para someter a los indignados islamistas. (...)

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