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manu errazkin | Donostia

Bicentenario

Cuando estamos en las fechas que recuerdan la terrible pesadilla que sufrieron nuestros antepasados donostiarras hace 200 años: sitio, masacre de la población, incendio y destrucción de la ciudad por parte de ejércitos extranjeros, creo obligado hacer hincapié en algunas cuestiones que a mi entender revisten gran importancia y gravedad.

A menudo oigo decir que este año se «celebra» el bicentenario del incendio de nuestra ciudad. Lo de celebrar hace daño al oído, porque ¿cómo se puede «celebrar» la masacre civil y posterior destrucción de la villa? ¿Acaso en Gernika «celebran» cada año el bombardeo y masacre que sufrieron en el 37? No, no lo celebran, sino que lo recuerdan, porque recordar supone mantener viva la memoria histórica y eso precisamente es lo que nos corresponde en estas fechas: recordar para no olvidar.

Se hace hincapié en la reconstrucción de la ciudad y del incendio como si fuese lo más importante que ocurrió aquellas tristes fechas, cuando, a mi modesto entender, lo más grave fue la masacre sufrida por la población civil desarmada. Numerosos donostiarras fueron torturados, despojados de sus bienes, asesinados... Prácticamente todas las donostiarras fueron violadas sin distinción de edad, muchas torturadas y asesinadas, robadas, vejadas... La lista de atrocidades es terrible y, sin embargo, tengo la sensación de que no se le quiere dar la importancia que tiene o que se quiere hacer correr un tupido velo sobre ello, aunque hablemos de 1.600 víctimas que murieron esos días y posteriormente a causa de las heridas sufridas.

Dos mugrientas placas situadas en lo que fue puerta de tierra (Boulevard-S. Jerónimo) nos recuerdan lo sucedido. Acompañadas de unas flores enganchadas a un cable que pasa por ahí. ¡Qué poca dignidad! Ni siquiera una pequeña hornacina para colocarlas como es debido. No estaría de más que dicho lugar fuese dignificado como merecen nuestras y nuestros antepasados.

Que quién o quienes fueron responsables de lo sucedido... Por una parte se dice que el general Castaños ordenó la masacre y por otra que no hay pruebas suficientes para aseverarlo. Pero todo el mundo está de acuerdo en que aquello ocurrió de verdad y que los autores directos fueron soldados ingleses y portugueses. Yo no soy experto en el tema, por lo que opinar se me antoja difícil, pero sí quisiera animar a eruditos e historiadores a que sigan investigando porque las y los donostiarras de hoy tenemos el derecho y el deber de conocer quién o quiénes fueron los que ordenaron la destrucción de la ciudad y la masacre de las y los donostiarras de ayer.

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