Cada libro tiene algo que lo distingue, algo que nos hace recordarlo. Me da igual en qué formato se dibujen sus historias, los trazos de vida y ficción que alberguen, poesía, novela... Importa aquello que nos deja, esa especie de continuidad de la lectura, sensaciones que se posan en nosotras y perviven. La escritora de Laudio Txani Rodriguez ha escrito «Agosto» (Lengua de Trapo, 2013) desde la intimidad de las vivencias que retrata en las vidas cruzadas de sus personajes. Partiendo de los esbozos de las experiencias cotidianas e interiores de los personajes, Rodriguez nos lleva de la mano a través del destino que une las vidas de gentes que el azar y la necesidad unió. Los recuerdos que pesan, que se convierten en carga y que condicionan el día a día. Como en la preciosa novela «Lo bello y lo triste» de Yasunari Kawabata, aquí, un acontecimiento dramático habita de un modo fantasmal en los cubículos vitales de seres como Berta o Manuela. Y más allá de esa línea en la que la memoria da juego, la escritora abre un camino, aún por transitar, que habla de aquellas gentes que vinieron del sur, de lo que dejaron en sus lugares de origen y de aquello que también nos regalaron. En «Agosto» «veo» lo que sucede, las imágenes que Rodriguez construye con sus palabras me llevan a elaborar, por momentos, secuencias cinematográficas, creo que es lo que más me ha gustado de su novela. Siempre hay cosas que una echa de menos y de más en un libro, pero se agradece la habilidad del escritor que sabe llevarnos con ligereza por sus letras. De un modo sencillo, desde la sensibilidad, a veces severa, Txani Rodriguez tiende la mano a esa otra parte de las historias que aún nos quedan por contar.