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UDATE | BILBOKO ASTE NAGUSIA

El desfile de la Ballena sirve de broche a una jornada orientada a la cantera

Hay que cultivar la cantera y de eso saben aquellos que alimentan el fuego de una aste nagusia que sigue sorprendiendo en momentos críticos como el ataque de Carlos Urquijo contra la txupinera. El desfile de la Ballena, acompañada del rey de los mares, sirvió de colofón a una jornada en la que los txikis fueron protagonistas y demostraron que hay cantera para otros 35 años de fiesta participativa.

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Agustín GOIKOETXEA

A Bilbo le costó despertar ayer tras una noche ajetreada en la que se desató la tensión contenida en las últimas jornadas. En la matinal, aquellos que lo pudieron o quisieron hacer, tuvieron ocasión de rememorar los intensos momentos vividos en la plaza del Arriaga antes y después de que Marijaia comenzase a reinar. Los txikis fueron los encargados de realzar ayer la fiesta poco después de que los txistularis efectuarán la diana.

Desde primera hora de la mañana se sucedieron los actos, con la inauguración del Txikigune como hito en un parque que se ha convertido en espacio para recuperar las fuerzas entre aquellos y aquellas que no tienen techo.

Decenas de niñas y niños aguardaron nerviosos la apertura del Txikigune hasta que la fanfarria concluyó la kalejira por el espacio, observados de cerca por Marijaia que les animó a no perder ocasión de pasarlo bien. Hubo pocos que se quejaran. Algo similar sucedió en el taller de txalaparta y skate, promovido por las comparsas.

Pero para acto masivo, el desfile de la Ballena. Baly, como fue bautizada hace ya unos años, recibió ayer la visita del rey de los mares, Neptuno, que contribuyó a la magia de la marcha festiva que se incluye en el programa festivo pero que organiza la Fundación Bilbao 700. En esta ocasión fueron animales de la sábana africana los que se sumaron al cortejo, que dejó con la boca abierta a más de una y uno.

Tras la percusión que imprimió energía al cortejo, Baly volvió a marchar por la Gran Vía lanzando chorros de agua que ayudaron a refrescar a los espectadores y fueron muchos quienes lo agradecieron. Esa es, sin duda, la gran diferencia con otras actividades, en ese paseo que llama la atención de miles de personas no cabe la opción de la participación activa mientras en el resto es su ingrediente básico.

A la cita no faltaron los componentes del Orfeón San Antón que, a bordo de una furgoneta y a pie, interpretaron piezas de la música coral vasca bajo la dirección del maestro Alfredo Hurtado de Saratxo. Detrás, otro clásico del desfile, el Pulpo de seis metros de alto y trece de diámetro que no cesó de expulsar confetti por sus tentáculos mientras trataba de deslizarse tras su «esposa», la Ballena.

Pero para expulsar elementos, al que se presentó como hijo de la Ballena y el Pulpo, el Besugo, otro viejo conocido de la parroquia bilbaina que con sus doce metros de largo y cinco de alto, siguió el ejemplo de sus progenitores, lanzando humo por la boca y arroz por los multicolores laterales.

Entre risas y alguna expresión de sorpresa de los txikis –algunos cansados de aguardar de pie el inicio del desfile– los jarrilleros de Guretzat Fanfarrea trataron de animar la espera de aquellos que estaban nerviosos ante la anunciada llegada del Txangurro.

Entre agua pulverizada, que ayudó a hacer la espera más agradable, comenzó su andadura por la Gran Vía el gran Txangurro de diez metros de largo por ocho de ancho que sorprendió por los movimientos de sus extremidades y sus dos grandes pinzas.

Una vez del saludo a los viejos conocidos, inició su andadura por  una de las principales arterias de la villa el rey Neptuno, que emergió de las aguas del Cantábrico para acompañar a la Ballena, el Pulpo, el Besugo y el Txangurro en su travesía. El rey de los mares  era un gigante articulado de metal con un tridente que saludó majestuosamente a los asistentes a la cabalgara y guió tras él a los participantes invitados al desfile.

Detrás, «trotando» por el asfalto caliente, el Caballo Real que cabalgaba la hada Gelsey en camino al bosque fantástico donde  se encontró a personajes mágicos como los árboles que andaban con pasos de gigantes, otros animales que otro mundo y pequeños duendes que se iban divirtiendo al tiempo que iban haciendo las delicias de los espectadores.

Unos animales que encandilan

Los invitados, sin duda, encandilaron a los presentes. Al Botxo acudieron unos grandes animales mecánicos, metálicos como el rey Neptuno, que desfilaron acompañados de música en un espectáculo que buscó la complicidad del público apostado en las aceras de Gran Vía. Sin duda, la «naturalidad» de los movimientos de las recreaciones gustó, aunque fuera ya al final de la comitiva.

Hannavas agrupó a algunos animales de la sábana africana dispuestos a conocer la villa. Se pudo ver a Twiga, la jirafa madre; su hija Sambath, el elefante Tembo y su cría Tembito. Una delicia para los amantes de esta clase de cabalgatas festivas, que disfrutaron con los movimientos casi reales de la jirafa y los elefantes.

Y que mejor broche final para dejar un buen sabor de boca con esta nueva visita de la Ballena que un puñado de caramelos hinchables de gran tamaño de aptos para golosos.

 
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