El ejercicio del periodismo es cada vez más difícil en un país que alardeaba de demócrata
El periódico británico «The Guardian» ha informado de que altos cargos del Gobierno de David Cameron le exigieron hace unos meses que destruyera o entregara los documentos filtrados por el exagente de la NSA Edward Snowden. Los términos en los que se produjo esa injerencia en la labor del diario, revelados por su editor, Alan Rusbridger, muestran a un Ejecutivo agresivo, amenazador y ajeno a los principios elementales de la libertad de expresión e información. El propio Rusbridger denunció que el Estado, en este caso el británico, se está convirtiendo en un «formidable aparato de vigilancia», alertando de la posibilidad de que en poco tiempo sea imposible contar con fuentes confidenciales, herramienta básica en el ejercicio del periodismo.
Esta noticia se conoce además unos días después de que el compañero sentimental de uno de los periodistas que han dado cobertura a las informaciones de Snowden fuera retenido e interrogado durante horas y sin motivos en el aeropuerto de Heathrow, puerta de entrada a un país que alardeaba de ser la democracia más antigua del planeta, pero donde ser periodista empieza a ser profesión de riesgo.