ANÁLISIS | LA TERCERA VÍA EN UN PAÍS EN GUERRA
Cuarenta millones de adhesiones para los kurdos de Siria
El autor recuerda que, hoy víctimas del asedio de extremistas islámicos, los kurdos de Siria siguen apostando por una revolución propia equidistante de Bashar al-Assad y su oposición. Sus únicos aliados son los kurdos de fuera de sus fronteras.
Karlos ZURUTUZA | Periodista
Suman entre tres y cuatro millones y son la principal minoría del país, con un número parejo al de los alauitas, el grupo étnico-religioso al que pertenece Bashar al-Assad, el presidente de Siria. Era de esperar que este pueblo salvajemente represaliado se sumara al levantamiento en marzo de 2011. Algunos incluso recordarán aquel conato de rebelión en 2004 en Qamishlo, principal ciudad kurda de Siria, en una revuelta sofocada con decenas de muertos que se dio en llamar la «intifada kurda».
En julio de 2012, los colores kurdos -amarillo, verde y rojo- eran hegemónicos en las zonas bajo su control, siendo la gran ausente la bandera esgrimida por la oposición árabe del país. Desde Afrin hasta Derik se multiplicaban las escuelas de kurdo, los centros sociales y los de apoyo exclusivo a la mujer. Nuevas formaciones políticas se sumaban a aquellas en la clandestinidad durante décadas. La «tercera vía» de los kurdos de Siria -ni con Al-Assad ni con la oposición árabe- se demostraba a su vez como una auténtica revolución a todos los niveles.
«Nosotros apostamos por una revolución pacífica que trajera paz y democracia a todo el país», explicaba a GARA Salih Muslim, líder del PYD, el partido dominante entre los kurdos de Siria con una ideología afín a la del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK).
«Sabíamos que Al-Assad no caería en tan solo dos meses por lo que organizamos a nuestro pueblo en comités de defensa civil para garantizar la seguridad de nuestra gente», apuntaba el líder kurdo, para quien las partes enfrentadas en Siria coinciden en un punto básico: «Tanto el Gobierno como la oposición niegan sistemáticamente nuestra existencia bajo la absurda pretensión de que seamos todos árabes».
Desde el comienzo de la guerra, la postura oficial del Consejo Nacional Sirio ha sido la de rechazar que exista una región en Siria donde los kurdos son mayoría.
Emergencia. A día de hoy, las demandas de los kurdos de Siria abarcan desde la creación de una región autónoma similar a la de Kurdistán Sur -prácticamente un país de facto- hasta el más humilde pero aún ambicioso «reconocimiento de los derechos constitucionales del pueblo kurdo de Siria», en palabras de Muslim.
Sin embargo, la amenaza más inmediata es la que plantean grupos como Jabat al-Nusra y otras células también afines a Al-Qaeda. El mensaje de la versión más rigorista y medieval del islam ha sido declarar halal (islámicamente correcto) «matar kurdos en Siria y tomar a sus mujeres».
Desde mediados de julio, miles de yihadistas provistos de armamento pesado, tanques incluidos, llevan a cabo una ofensiva en Kurdistán Occidental con el apoyo implícito de Ankara. Los kurdos observan con impotencia cómo los islamistas acceden desde lugares como Ceylanpinar (Kurdistán bajo control turco) a Serekaniye (Kurdistán de Siria, literalmente al otro lado de la calle), mientras los extremistas islámicos heridos son evacuados a hospitales turcos.
Hasta Jabhat al-Akrad -única unidad kurda en el Ejército Libre Sirio- se repliega para ayudar a su pueblo. «Al Qaeda se ha hecho prácticamente con el control del ELS», declaraba la semana pasada uno de sus comandantes a la cadena de televisión kurda Rudaw de los que habían sido sus compañeros de armas hasta ayer.
Los miles de kurdos de Siria que han cruzado la frontera hacia Kurdistán Sur durante los últimos días huyen de secuestros y asesinatos de civiles kurdos en masa a manos de los yihadistas, pero también de los recientes bombardeos de la aviación de Al-Assad. Damasco se convierte en la fuerza aérea de Al Qaeda para aplastar a los kurdos que siempre ha detestado, ¿alguien da más?
Muslim busca apoyos en Europa y se reúne en Ankara con Davutoglu -ministro de Exteriores turco-, justo antes de viajar a Teherán, y espera a que le den audiencia en Washington.
«No podemos estar cruzados de brazos. Hacer política pasa por hablar con todos», trasladaba Muslim a este medio tras su visita al Estado persa.
Y es que con la oposición árabe fragmentada y los kurdos asediados por los wahabitas, el tiempo solo parece correr del lado de Al-Assad.
Una reunión histórica. Uno de los mayores logros de los kurdos de Siria desde el inicio de las revueltas fue la unión de todas sus facciones en julio de 2012 bajo los auspicios de Massud Barzani, presidente de la Región Autónoma Kurda. La armonía entre el llamado Consejo Supremo Kurdo dista aún de ser completa, básicamente por las posiciones encontradas entre el PYD y aquellas coaliciones ligadas al PDK y al PUK, los partidos dominantes entre los kurdos de Irak.
Sin embargo, puede haber motivos para el optimismo. El próximo setiembre, representantes kurdos llegados desde las cuatro partes de Kurdistán se reunirán en la primera conferencia pankurda de la historia. Como era de esperar, el evento ha hecho saltar las alarmas en la región, donde se constata con impotencia la creciente cohesión del pueblo kurdo en su conjunto.
Con Teherán, Ankara, Moscú, Washington y el resto de los actores principales enrocados en un esquema que recuerda a los mejores tiempos de la Guerra Fría, la mera supervivencia de los kurdos de Siria depende exclusivamente del apoyo de sus hermanos al otro lado de la frontera. O viceversa: 40 millones de kurdos son conscientes de que lo que ocurra en Siria seguirá marcando los tiempos a un actor emergente con el que habrá que contar en el futuro.