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ANÁLISIS | Del viejo al nuevo San Mamés, un siglo

Un indigno sucesor

Este conocido arquitecto bilbaino aprovecha el centenario, hoy, del viejo San Mamés para, con su habitual crítica, analizar arquitectónica y urbanísticamente lo que supone el nuevo campo. Un estadio que para el autor del artículo no recoge la esencia del que ya se fue.

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Iñaki URIARTE | Arquitecto

Hoy hace un siglo, el 21 de agosto de 1913 se inauguró el campo del Athletic. Cien años después se construye un nuevo recinto deportivo en un contexto urbano radicalmente distinto. Es un grave error urbanístico que se resitúe en un barrio ya congestionado, criterio periclitado rotundamente opuesto al de su creación. Estas edificaciones deportivas de escala gigantesca, estructuralmente expresivas, son habitualmente autónomas, se desvinculan de su entorno y en ese sentido no pertenecen a la ciudad, por lo que su correcto emplazamiento es la periferia. Y en este caso concreto apelaba a Zorrotza, Deustu o Zorrotzaurre.

Ello ha obligado a una construcción contundente, espacialmente forzada y por ello arquitectónicamente rutinaria. La altura total es mayor en todo su perímetro que la de los edificios circundantes, lo que unido a la escasa anchura de las calles intermedias no crea amplios espacios perimetrales sino callejones angostos.

Asimismo, es una torpeza que el Plan Especial de Reforma Urbana no haya considerado la posibilidad de reordenar todo su entorno. Ello hubiera exigido una demolición y realojo de los residentes en los edificios del Camino de la Ventosa nº 36, 38, 40 y 51. Tampoco se ha valorado la mejora de la conexión con Basurtu, modificando el estado ruinoso de la plataforma de vías del ferrocarril de Santurtzi sobre el angosto paso inferior, como un trayecto útil al Hospital, ni la mejora de la accesibilidad a la estación de Olabeaga para descongestionar la de San Mamés. O la reutilización de la traza del ferrocarril que proviene del edificio Euskalduna, ni se interviene en la pasarela peatonal que sobre dicho trazado desciende a Dike kalea, la calle trasera de Olabeaga.

Otra consideración es la brutal manera como irrumpe sobre Olabeaga Kaia, donde se ha invadido el perfil natural del terreno desvegetando la ladera y creando una abusiva presencia, se eleva 67,50 metros desde la Ría, demostrando que ni se ha hecho ni exigido estudio de impacto ambiental. En síntesis, se han desgraciado el valor y las posibilidades paisajísticas de la cornisa de Olabeaga.

Arquitectura:

Su entorno inmediato tan inapropiado en las preexistencias edificadas con una vialidad muy diversa crea una dificultad proyectual a la que responde con su ensimismamiento. No existe un rango arquitectónico que lo caracterice y ponga en valor, por lo que surge un recinto con una uniformización curvilínea anodina e indiferente, sin ninguna vinculación con la ciudad, el lugar y la historia.

Carece de composición urbana al prescindir de referencias axiales que crean perspectivas atractivas e impiden su percepción adecuada, ni tampoco una fachada principal apreciable, la calle a la que accede es un sendero, Rafael Moreno «Pichichi», con un tratamiento vulgar, asfalto negro. Se distinguirá por el número de la puerta, quizá el número uno con una marquesina, jardineras, farolas y el escudo del club iluminado.

Arquitectura anodina, el único recurso es disfrazarse de un revestimiento efectista con unas lamas que sí pueden ser interesantes como aportación creativa, aunque su durabilidad es dudosa al margen de aspectos de limpieza. Gestos individualizados con diseño atractivo, pictogramas, color, iluminación, en definitiva, cosmética necesaria para revestir y distraer la rutina que preside estos recintos y en este caso donde la arquitectura estructural se atenúa.

En el interior, el perfil longitudinal estrictamente rectilíneo y algo primitivo de los lados, especialmente del primer graderío, impuesta por la imposibilidad de ensanchar más la planta y volumen perimetral debido a su emplazamiento forzado, impide un borde curvilíneo que aportase armonía compositiva y una optimización de la visibilidad lateral oblicua en equilibrio con el deseado acercamiento del público a la banda, las líneas isópticas.

Nuevo recinto

La adjudicación directa del proyecto de ejecución a Idom es un acto característico de una tiranía y es éticamente repugnante que el anterior Gobierno Vasco, la Diputación y el Ayuntamiento lo hayan admitido, lo que no cuestiona la solvencia técnica de la empresa y del autor del proyecto, César Azcárate.

La cubrición, que es un elemento muy caracterizador de una arquitectura deportiva, es una superficie en vuelo sostenida por una estructura metálica que evidencia su tosquedad y parece ser que ha sido calculada sin considerar los aspectos económicos y estéticos a los que está obligada al ser vista. La sección de las vigas, uniforme en toda su longitud, le aporta un aspecto de torpeza. En una ciudad de hierro, actualmente, es la construcción más torpe existente en acero.

Ante la apariencia y testimonio de algunos técnicos expertos de un exceso de toneladas de hierro ¿quién ha justificado su cálculo? ¿Por qué no se optó por otro sistema estructural más moderno, ligero, económico y bello? No existen, nadie lo ha manifestado, criterios de eficiencia energética, como placas fotovoltaicas solares, reutilización del agua de lluvia y, lo peor, que las administraciones implicadas se han desentendido sin exigir nada. Tecnológicamente, el estadio está desfasado.

El nuevo campo, como cualquier obra nueva, aportará mayor comodidad, amplitud, sótanos para otras actividades -única condición del Gobierno Vasco para justificar su colaboración-, aparcamientos subterráneos, servicios higiénicos, sanitarios, hosteleros, megafonía, iluminación, incluso palcos con climatización.

Además de las precarias condiciones de comodidad que se pueden dar ante su inminente puesta en servicio ¿quién se responsabiliza del riesgo que comporta alojar decenas de miles de personas en tal deficiente situación? ¿Qué exigencias se plantean ante cuestiones tan vitales como las condiciones y el tiempo necesario de evacuación con vomitorios tan angostos y complejizadas con trazados de escaleras de las que extrañamente no se habla en absoluto? La estrechez del solar destinado al estadio impide, entre otras cosas, la construcción de rampas adosadas que hubiesen agilizado la accesibilidad.

Este campo no es digno sucesor del legado histórico recibido. El anterior, especialmente desde 1953 con la reforma y el arco, supuso una referencia mundial en la arquitectura deportiva cuya vigencia ha sido valida hasta su demolición.

En definitiva, ha sido una gran oportunidad desperdiciada para hacer ciudad, habiendo construido en lugar adecuado, considerando la relevancia de lo deportivo, una obra de gran calidad arquitectónica, que es algo más que un recinto funcional y espectacular con apariencias pero sin carácter, que no aporta casi nada a la arquitectura de la villa, ni tan siquiera un componente paisajístico y simbólico.

Tanto dinero para tan poco, por lo que puede concluirse de todo ello que es un campo irrelevante, anticuado, incluso fracasado.

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