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La película inédita de Orson Welles sale a la luz
El próximo 9 de octubre y en el marco de «Le Giornate de Cinema Muto» que se celebra en Pordenone (Italia), se estrenará «Too Much Johnson», la película muda de Orson Welles que ha sido recientemente descubierta en un almacén ubicado en la propia Pordenone. De esta manera, la historia del cine vuelve a ser reescrita gracias al importantísimo hallazgo de una obra que el propio Welles había dado por perdida tras el incendio que sufrió su apartamento madrileño en el año 1970.
Koldo LANDALUZE
Cuántos sótanos o desvanes continúan vigilando entre polvo y silencio secretos que serán revelados gracias a descubrimientos casuales? Al menos, el que albergaba un almacén ubicado en Pordenone ha servido para reescribir una página de la historia del cine.. El encargado de la recuperación de este filme y conservador jefe del departamento de cine de la George Eastman House de Nueva York, Paolo Cherchi Usai, no ha dudado en asegurar que «la importancia del descubrimiento es tan grande como las circunstancias del descubrimiento en sí mismo. Supone un importante puente entre la carrera teatral y la carrera cinematográfica de Orson Welles, ayuda a explicar su pasión por el cine mientras trabajaba en una producción teatral».
El propio Orson Welles siempre había declarado que la única copia de «Too Much Johnson» había perecido en el incendio que sufrió su casa en Madrid en 1970, pero, 75 años después del rodaje de esta película muda que jamás llegó a ser proyectada, se celebrará su estreno mundial el 9 de octubre y en la propia localidad en la que ha sido descubierta, Pordenone.
Para hablar de «Too Much Johnson» resulta obligado retornar al pasado y descubrir a su autor en aquella su primera etapa febril. Por aquella época, Orson Welles era ya un neurótico potencial, incapaz de aceptar otras disciplina que la del destino impreso en su carácter fiero e indomable. Por ese motivo se sirvió del pretexto de un viaje a Irlanda para escapar de la Universidad de Harvard en la que cursaba sus estudios con intención de probar fortuna como actor en los escenarios de Dublín. Para llevar a cabo su cometido, hizo gala de sus dotes camaleónicas y se reinventó a sí mismo transformando sus dieciséis años en veinticinco con la ayuda de un buen puñado de puros, la variación del tono de su voz y un sombrero que dotaban al conjunto un toque de dandy bohemio. Se presentó en la ciudad de James Joyce afirmando que era un eminente y reconocido actor neoyorquino y con estas credenciales logró engatusar a Hilton Edward y Michael McLlammoir, del Gate Theatre. Interpretó diversos papeles que acrecentaron su fama, dirigió la obra de Ibsen «La mujer del mar», «Las tres hermanas» de Chejov y «Alice in Wonderland USA» y fue tal su éxito que el Ministerio de Trabajo británico emprendió una investigación que delató su verdadera edad, su origen y su presencia indocumentada en Gran Bretaña. Por ello, las autoridades le negaron la autorización profesional que requería para prolongar su carrera en Dublín.
Lo acontecido en Irlanda definió para siempre las constantes que padecería en su posterior carrera cinematográfica, donde las trabas extra-artísticas iban a ser continuadas. Según revela Luis Pérez Bastías, autor de «Orson Welles: el absurdo del poder», «esas barreras continuamente alzadas entre su voluntad y los medios para proyectarla en una obra serían también las que activarían su latente neurosis, renovándola constantemente hasta hacerle confesar : `A lo largo de toda mi vida se repiten en mí las pesadillas de culpabilidad: estoy en la cárcel y no sé por qué... voy a ser juzgado e ignoro el motivo'». Probablemente, la mejor plasmación de estos desordenes constantes que siempre le acompañaron sea la de «K», el protagonista de la recordada adaptación que filmó de «El proceso» de Kafka.
Retomando el hilo argumental de esta su primera etapa profesional, nos encontramos con un jovencísimo Welles que ya ha probado las mieles del éxito y el pago obligatorio que requería su fuerte personalidad. Fue repatriado a los Estados Unidos y continuó dirigiendo teatro en la Escuela Todd y es en estos días, cumplidos los dieciocho años, es cuando se inicia su pasión por el cine y coge por primera vez una cámara para rodar los ensayos de sus obras teatrales. Espoleado por su constante inquietud, Welles se aburre y decide hacer de nuevo las maletas para trasladarse a Marruecos. En su mente genial bulle un deseo, no quiere ser el mejor de la Escuela Todd, donde ya ha cosechado varios premios, sino el mejor del mundo. Recorre las callejas de Marruecos y prueba suerte como novelista y torero en Sevilla y regresa a Nueva York para buscar trabajo. La suerte le es esquiva y ha de conformarse con coredactar libros de texto relacionados con su amado Shakespeare.
Quién sabe qué demonios le visitaron aquellas noches erráticas y difusas, lo cierto es que cobraron forma en la obra teatral autobiográfica que escribió y que llevaba por título «Bright Lucifer», cuyo protagonista es un adolescente demoníaco. Según revela Bastías, «cualquier foto de Orson de esa época revela su inteligente mirada dominadora, la tensión de todos los músculos de su cara. El afán impaciente de la expresión, como si estuviera a punto de salir disparado en una carrera. Su sentimiento de inseguridad y su lucidez mental le piden ambiciosas competiciones que ganar. No se trata solo del desahogo de su vitalidad juvenil. Es un impulso demoníaco de dominio generalizado en aquellos excitantes años 30 que se caracterizaron por la locura general de las naciones hacia la guerra; es el mismo afán que llevó, por entonces, a Hemingway a África o las trincheras de Italia y Madrid. Un instinto, en suma, muy norteamericano de ascensión que se corresponde con la construcción de un nuevo modelo de imperialismo aún vigente».
Thorton Wilde, enterado del éxito que Welles había obtenido en Londres, decide apadrinarlo y le pone en contacto con Alexander Woollcott, quien a su vez lo hace ante el director Guthrie McClintc y la actriz Katharine Cornell y lo contratan para una gira de tres años. En estos tres años, el volcánico Welles interpreta diversos papeles en obras como «The barrets of Wimpole Street», de Rudolf Besier y «Candida», de Bernard Shaw. Las experiencias se suceden frenéticamente y, tras tomar contacto con el director de arte y actor Paul Stewart, conoce al director de radio Knowles Entrikin, que le facilita su primer trabajo en la emisora CBS, rueda su primera película, «Hearts of Age», una película muda y experimental del año 34 de cinco minutos de duración en la que se apuntalan algunas constantes técnicas que Welles utilizaría con posterioridad.
Sin movernos de aquel año, se casa con la actriz Virginia Nicholson, protagonista de «Hearts of Age» y de su segunda experiencia tras la cámara, «Too Much Johnson». Llegados a este punto de inflexión, la carrera de Orson Welles adquiere ribetes de leyenda y se transforma en un vertiginoso caudal creativo. Es su gran momento, su explosión creativa. «Too Much Johnson» simboliza ese paso porque durante ese tiempo, finales de los 30, alcanzará gran renombre gracias a su referencial dramatización radiófonica «La guerra de los mundos» lo que le abrirá, de par en par, las puertas de un Hollywood que pondrá a su entera disposición todos los medios posibles para que pueda rodar uno de los filmes iconográficos de la historia del cine, «Ciudadano Kane». Pero nos encontramos tres años antes de que acontezca este episodio, el genio demoníaco Welles ha alcanzado gran renombre gracias a su papel en la obra teatral «Fausto», de Marlowe, y está a punto de crear el Mercury Theatre. A partir de ese instante, el cine cambió para siempre.
Escrita y filmada por Orson Welles en 1938, «Too Much Johnson» pertenece en su género a aquellas antológicas comedias mudas y enloquecidas -slapstick- que tanto furor provocaron gracias a la maestría de creadores como Mack Sennett. Se sabe que Welles la creó con intención de proyectarla a la manera de un prólogo para su obra teatral «Too Much Johnson», pero el experimento se saldó con un fracaso. El autor de «Sed de mal» la concibió con un diseño cinematográfico inspirado en una comedia de 1894 dirigida por William Gillette en 1894, en la que se relataban las tribulaciones de un playboy neoyorquino que debe llevar a cabo una huída inesperada tras ser descubierto por el marido de su amante. En su fuga, el protagonista toma la identidad del dueño de una plantación en Cuba, que está a la espera de la llegada de una joven con la que ha de casarse. Welles planeó alternar la acción sobre el escenario con el cine. La película se concibió con una duración aproximada de 40 minutos, los primeros 20 dedicados al prólogo de la obra y dos presentaciones de 10 minutos para el segundo y tercer acto. Además del propio Welles, el reparto incluye a su por entonces compañera sentimental, Virginia Nicholson, y a otro integrante del Mercury Theatre que participaría en «Ciudadano Kane», el gran Joseph Cotten.
K.L.