Eneko Calle García | Coordinador de la Asociación Paz con Dignidad en Euskadi
De abajo a arriba
La campaña de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) al Estado de Israel es una de las campañas más internacionales hoy en día, que ha hecho de la solidaridad con Palestina una responsabilidad compartida en todo el mundo
«La resistencia civil es un llamamiento a la razón con el fin de convencer y un llamamiento a la conciencia con el fin de convertir» (Gandhi).
Een los últimos años de ocupación sionista, la población palestina ha ido adoptando nuevas estrategias de resistencia, basadas en la respuesta pacífica de la sociedad civil palestina contra las sistemáticas violaciones de derechos humanos y políticas de hechos consumados que comete el Estado israelí. Hoy, esta resistencia civil no violenta se está convirtiendo en el mayor exponente del pueblo palestino, usando diferentes instrumentos que ayudan a fortalecer la articulación de una sociedad civil organizada y aún más movilizada, y no busca sólo el apoyo internacional de los gobiernos y de los organismos intergubernamentales, sino que también persigue y recurre al sustento que proporcionan las redes transnacionales y los grupos de activistas (Clark, H.).
Una de las campañas más destacadas es la campaña contra el muro del apartheid, liderada por Stop the Wall y los Comités Populares contra el Muro, que vienen realizando desde 2000 acciones contra el muro, además de manifestaciones cada viernes en diferentes localidades de Palestina, y que se intensificaron tras la opinión consultiva de la Corte Internacional de Justicia en 2004, quien concluyó que Israel tiene la obligación de reparar el daño causado hasta ahora, que la construcción del muro viola el Derecho Internacional Humanitario y de Derechos Humanos, a la vez que solicitaba la paralización y desmantelamiento del mismo.
Pero, sin duda alguna, la campaña de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) al Estado de Israel es una de las campañas más internacionales hoy en día, que ha hecho de la solidaridad con Palestina una responsabilidad compartida en todo el mundo. La campaña BDS es una de esas herramientas de resistencia civil no violenta basada en dos pilares; por un lado, la no cooperación, con objeto de visibilizar la violencia e injusticia que comete Israel contra el pueblo palestino, así como para favorecer que la base de apoyo al opresor y las terceras partes se cuestionen ese sustento y lealtad a Israel, y por otro lado, la acción conjunta, que consiste en la comunicación, la organización y la unión a otros grupos y personas, con el objetivo de desbaratar el discurso oficial sionista y generar alternativas a la ocupación, creando espacios para la construcción de una paz participada en Palestina.
Hoy en día, este es el mayor reto al que se enfrenta la sociedad palestina, la construcción de la paz; si fuera posible, una construcción participada. Es cierto que la resistencia civil no violenta puede fortalecer las bases para la consecución de una paz con justicia, pero han de crearse espacios de construcción colectiva y participada de la paz. Y dicho proceso también debe tener presentes dos aspectos fundamentales.
Por un lado, la participación histórica de las mujeres palestinas en la resistencia, armada y cultural, y el importante papel que desempeñan en la prevención y solución de conflictos y en la consolidación de la paz; en este sentido, la resolución 1.325 aprobada en el año 2000 por la Asamblea General de Naciones Unidas, subraya la importancia de que las mujeres participen en pie de igualdad e «intervengan plenamente en todas las iniciativas encaminadas al mantenimiento y fomento de la paz y la seguridad» y la «necesidad de aumentar su participación en los procesos de adopción de decisiones en materia de prevención y solución de conflictos». Es decir, reconoce a las mujeres palestinas como agentes de paz. Y por otro lado, la necesidad de que todo proceso de paz garantice la participación de la sociedad civil y tenga en consideración sus reclamaciones y/o propuestas en este sentido. Solo de esta forma se podrá contribuir a un proceso de construcción colectiva de un nuevo sistema político-económico y social.
Quienes integramos la sociedad civil de la comunidad internacional debemos acompañar a los movimientos sociales y a la población palestina en este proceso, trabajando aún más la creatividad y con la convicción de que una paz con justicia social y garantía de respeto de los derechos humanos en Palestina sigue siendo posible.