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UDATE | Wilhem LATCHOUMIA, PIANISTA

«Con Rzewski, la unión de los estilos musicales simboliza la unión del pueblo»

Nacido en Lyon en 1974, Wilhem Latchoumia es uno de los más activos pianistas del Estado francés en el terreno de la música contemporánea. Tras terminar sus estudios con Moutier, Claude Helffer y Pierre-Laurent Aimard, ha colaborado con compositores como Pierre Boulez, Michael Jarrell, Jonathan Harvey o Pierre Jodlowski.

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Mikel CHAMIZO | DONOSTIA

Wilhem Latchoumia llega al Ciclo de Música Contemporánea de la Quincena Musical para enfrentarse a una obra de tremenda dificultad: las 36 variaciones que el estadounidense Frederic Rzewski realizó sobre la popular melodía de «El pueblo jamás será vencido» de Sergio Ortega. Latchoumia estrenará también «Orduko orbainak», del joven compositor vasco Mikel Urquiza, que trata sobre la destrucción de Donostia hace 200 años.

«El pueblo unido jamás será vencido» de Frederic Rzewski es un conjunto de variaciones de extensión y dificultad fabulosas. Requiere desplegar un enorme virtuosismo técnico durante más de una hora. ¿Es esta la razón por la que estas variaciones se interpretan tan poco?

«El pueblo unido jamás será vencido» se basa, en realidad, en un modelo histórico igualmente complejo de abordar, las «Variaciones Diabelli» de Beethoven. Y sí, efectivamente, su longitud y dificultad hacen que se toque raramente. El principal defensor de la obra ha sido, de hecho, el propio compositor, Rzewski, que es un gran concertista de piano y actúa en público regularmente. Pero a pesar de que es un compositor realmente importante, sus composiciones son poco interpretadas por los demás pianistas europeos, que tienen como referente de autores estadounidenses a John Cage y George Crumb, porque son los que se trabajan en los conservatorios. Yo mismo descubrí tarde a Rzewski, en el 2006, durante el Concurso Internacional de Orleans.

¿Cuáles son los principales retos a la hora de preparar una obra tan larga y difícil como esta? ¿Y cómo se consigue que el público enganche con ella durante tanto tiempo?

«El pueblo unido jamás será vencido» es, sobre todo, un reto mental, ya que debes permanecer concentrado durante una hora y veinte minutos sin que tu nivel de atención desfallezca. También es imprescindible estar en un buen estado físico, porque tener fondo muscular es necesario para tocar óptimamente este tipo de música. El gran reto, al final, es hallar la unidad de la pieza y de la interpretación a través de las 36 variaciones que Rzewski hace de la canción de Ortega, para transmitir y dar sentido al gran monumento musical que forman en conjunto. Pero, por otra parte, hay que encontrar también el espíritu de improvisación que también forma parte del carácter de la música. En dos palabras: buscar el rigor en la libertad.

Tal y como el título sugiere, ¿es una obra con contenido político? ¿Cómo se articula esto en el discurso musical?

En efecto, la obra cuenta con un soporte político, gira en torno al concepto de la unión del pueblo. La magia radica en cómo el compositor utiliza diversos estilos musicales para simbolizar esa hermosa unión: hay una fuerte influencia del jazz, de la música contemporánea (Stockhausen, Cowell...), minimalistas (Steve Reich o Philip Glass), Kurt Weill, algunas citas de Bach o Chopin, y también del folklore americano. En la obra la unión del pueblo es la unión de influencias provenientes de toda la historia y de todas las culturas musicales.

Toca también una obra de Cage, quien como Rzewski fue también un «resistente», aunque de forma bien distinta. ¿Qué tiene la música de Cage para que siga estando tan presente en las programaciones de música contemporánea de todo el mundo?

A John Cage se le define a menudo como el padre de la música contemporánea norteamericana, bien es cierto que a costa de olvidarnos de Charles Ives, George Antheil, Henry Cowell u Ornstein. Pero sin la existencia de Cage, sin duda, la música americana hubiese tomado un rumbo muy diferente al que tomó. Lo maravilloso de su trabajo es que Cage redefinió el significado más profundo de la música. Con Cage el silencio pasa a erigirse en parte fundamental de la música y el concepto de ruido es puesto a prueba. Inventó también el piano preparado. En el fondo fue un filósofo, un Duchamp de la música capaz de cuestionarse lo que parecía incuestionable.

¿Qué impresión le ha dejado «Orduko orbainak», la obra de Mikel Urquiza que estrenará esta tarde? Es un compositor muy joven, ¿se respira esa juventud en la obra?

Esta es la primera pieza para piano de Urquiza, por lo que necesariamente tiene elementos de juventud y una cierta pasión en los conceptos. Siempre es muy interesante estar en contacto con los jóvenes, porque nos empujan a sobresalir. «Orduko orbainak» la hemos trabajado juntos y he de decir que es muy sorprendente en el uso del piano. He tocado mucho repertorio y puedo detectar en Urquiza las influencias de Gérard Pesson o Helmut Lachenmann, pero la idea musical es ya muy fuerte en él, es un compositor de fuerte personalidad al que habrá que seguir de cerca.

 

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