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Solo les falta nombrar presidente a Mubarak

Mientras Mohamed Morsi, legítimo presidente de Egipto, sigue secuestrado por los golpistas, el dictador que durante tres décadas ha controlado el país árabe con mano de hierro abandonaba ayer la prisión en la que permanecía desde su arresto, hace dos años. Hosni Mubarak fue evacuado en un helicóptero para quedar ingresado, a petición propia, en el hospital militar de Maadi. Dicen que en arresto domiciliario, lo que no deja de ser un sarcasmo cuando quienes gobiernan han sido sus subordinados y seguramente aun se sienten como tales. Lo mismo puede decirse de los argumentos legales expuestos para defender su excarcelación, que habría sido imposible si el Ejército no hubiera dado un golpe.

Con la liberación de su compañero de armas, los militares comandados por Abdel Fatá al Sisi van cerrando el círculo de la contrarrevolución que buscan asentar persiguiendo a los líderes y simpatizantes de los Hermanos Musulmanes, sometidos a una implacable caza en El Cairo y en otras ciudades. Casi nada queda ya del movimiento que en 2011 tuvo su epicentro en la plaza Tahrir, y aquellos que saludaron el golpe de estado del 3 de julio asegurando que el Ejército había cambiado y que iba a ejercer de garante de las conquistas alcanzadas por la movilización popular, ya han tenido oportunidad de darse cuenta de lo equivocados que estaban.

Egipto se parece hoy mucho más al que era cuando gobernaba Mubarak que al que soñaron las miles de personas que abarrotaron durante semanas la céntrica plaza cairota. Ha protagonizado su particular regreso al futuro, para alivio de quienes asistían alarmados a los cambios que se han sido produciendo durante este tiempo en el mundo árabe. Y son muchos. Porque observar qué actores tan diversos han saludado el regreso de los militares al poder es un ejercicio que permite desmontar ciertas tesis insostenibles sobre todo lo que ha ocurrido en esa región en los últimos dos años.

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