GARA > Idatzia > Mundua

Bo Xilai, de rozar la cúspide del poder al banquillo de los acusados los juicios y la lucha política

Bo Xilai, máximo exponente de lo que se conoce como «príncipes rojos», lo tenía todo para llegar a la cima del poder, desde su apellido hasta una carrera política repleta de éxitos. Pero su desmesurada ambición, que le llevó a liderar una suerte de refundación neomaoísta en su feudo de Chongqing, y su carisma, encendió las alarmas en el poder chino, celoso del status quo actual. Acabará sus días en una celda.

p016_f01_148x104.jpg

GARA |

El Tribunal Popular de Jinan, en el este de China, inició ayer el juicio contra el alto cuadro del PCCh y caído en desgracia Bo Xilai. El acusado, más delgado y con gesto de cansancio, pidió un juicio justo en conformidad con la legislación china y negó algunos de los cargos.

Bo, máximo exponente de lo que algunos definen como la corriente neomaoísta dentro del partido, negó concretamente haber recibido varios sobornos por parte de dos empresarios, Tang Xiaolin, desdiciéndose de su declaración autoinculpatoria ante la Comisión de Disciplina del partido, que aseguró fue «contra mi voluntad» y «cuando mi mente estaba en blanco».

El conocido como «Príncipe Rojo» negó haber recibido sobornos de Tang Xiaoling y de Xu Ming, este último dirigente del grupo Shide y propietario de un equipo de fútbol en la metrópoli de Dalian (nordeste), donde Bo fraguó su carrera política.

También está acusado de desvío de fondos públicos por valor de 5 millones de yuanes (612.000 euros) a cuentas bancarias de su esposa, Gu Kailai, y de abuso de poder desde su cargo de máximo líder de la metrópoli de Chongqing (suroeste) para obstaculizar una investigación criminal contra ella, condenada en agosto de 2012 por la muerte de un británico, oficialmente empresario aunque según algunas fuentes miembro del servicio secreto.

Cárcel de por vida

Todos estos supuestos delitos llevan aparejada la pena de muerte, aunque hay consenso entre los expertos sinólogos de que pasará el resto de su vida entre rejas.

Precisamente fue el caso de la muerte del británico Neil Heywood el que precipitó la defenestración de Bo, quien aspiraba solo hace año y medio a formar parte del puñado de dirigentes que mantiene las riendas del país desde el Comité Permanente del Buró Político del Partido Comunista.

Fue precisamente su mano derecha y jefe de Policía de Chongqing, Wang Lijun, quien precipitó su caída en febrero de 2012, cuando oficialmente se refugió en el consulado de EEUU en Chengdu (vecina a Chongqing) y acabó asegurando que Gu, la esposa de Bo, habría matado a Heywood meses antes. A cambio de su «colaboración», Wang fue condenado a 15 años de prisión.

Peor suerte corrió Gu, condenada a muerte sustituible por prisión a perpetuidad.

En un proceso fulminante y paralelo a los preparativos del congreso del PCCh que, a finales de 2012 acabó con el relevo ordenado en la cúpula del poder, Bo fue destituido de su cargo de alcalde de Chongqing, suspendido en su puesto en el Politburó, expulsado del partido, privado de su inmunidad como diputado y finalmente imputado.

Bo contaba con todos los ingredientes para culminar con éxito su fulgurante carrera. Hijo de un histórico revolucionario que luchó junto a Mao (Bo Yibo), toda la familia fue encarcelada durante la Revolución Cultural.

Tras la muerte del Gran Timonel, Bo pudo iniciar sus estudios y su carrera a la vera del partido. Tras bregarse políticamente en Liaoning (en el extremo nororiental), fue llamado en 2004 a Pekín y nombrado ministro de Comercio por el líder de la Cuarta Generación y ya expresidente Hu Jintao. Entonces ya despuntó por su carisma, sus maneras de hacer fuera de la actual ortodoxia formal del resto de los dirigentes y por su ambición, una ambición que, junto con su popularidad, es al fin y al cabo la razón última de su caída.

Quizás por ello fue enviado en 2007 como secretario general del partido a Chongqing, un cargo que para cualquier otro hubiera supuesto el ostracismo. Pero Bo aprovechó la oportunidad para poner en práctica su nueva manera de hacer política, una mezcla de populismo con guiños al pasado que algunos han venido a bautizar como «neomaoísmo».

Bo convirtió esta metrópoli (30 millones) en una suerte de «capital roja» que combinaba la pujanza en lo económico con los cantos revolucionarios. Y no pestañeó al lanzar una guerra sin cuartel ni escrúpulos contra las mafias locales, que dominaban todos los sectores estratégicos. La operación, que se saldó con miles de detenidos, entre ellos altos cargos locales -condenados y en su caso ejecutados-, fue dirigida sobre el terreno por su lugarteniente Wang. El mismo que, al final, acabaría traicionándole.

 
Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo