GOLPE DE ESTADO EN EGIPTO
Con los HM noqueados, la situación está madura para la rehabilitación de Mubarak
Dabid LAZKANOITURBURU | Responsable de la sección de Mundua
Aunque en principio pudiera parecer una locura propia de golpistas envalentonados, la decisión del régimen ilegítimo de Egipto de reabrir (nunca mejor dicho) el caso Mubarak en estos momentos se antoja una jugada maestra en la sucesión de acontecimientos de las últimas semanas en el país.
De vuelta al poder con el aplauso de los sectores que reclaman para sí en exclusiva el derrocamiento del «rais» en febrero de 2011, el Ejército ha logrado neutralizar a sangre y fuego la oposición en las calles de los Hermanos Musulmanes (HM), la principal fuerza política, electoral y de masas del país. Y lo ha hecho con un escaso coste político interno, e incluso internacional -más allá de la típica palabrería-.
Con uno de sus dos rivales en retirada (aunque sea táctica), había llegado el momento de dar una vuelta de tuerca y mostrar quién manda realmente en Egipto. Es entonces cuando el Ejército decide activar otra de sus piezas, los jueces, el segundo poder fáctico del viejo (y ahora reaparecido) régimen. La secuencia de declaraciones en torno al caso Mubarak en los últimos días responde a la táctica del globo sonda. Primero se habla de su puesta en libertad, para matizar a continuación que el expresidente será puesto en arresto domiciliario. Finalmente, Mubarak era trasladado ayer a un hospital militar de El Cairo.
Ante esto, los «revolucionarios», que decidieron aliarse con el Ejército de Mubarak contra los HM, aparecen atados de pies y manos, víctimas de su contradictoria y catastrófica elección estratégica. Portavoces del Movimiento Tamarroud pliegan ya velas diciendo que estaríamos ante una simple cuestión de procedimiento judicial. Curiosa la manía que les ha entrado por torcer el lenguaje. Hasta el absurdo.
Los militares, que ya mostraron sus dotes a la hora de contar manifestantes en vísperas del golpe (vieron hasta ¡37 millones de egipcios! en las calles), harán ahora un recuento seguro que mucho más exhaustivo de los que, en pleno estado de excepción y con el toque de queda pisándoles los talones, decidan, en su caso, salir a la Plaza Tahrir para protestar.
Hecho el recuento, llegará la hora del cálculo político para poner fecha a la puesta en libertad definitiva de Mubarak. Contarán para ello con el trabajo «periodístico» de la inmensa mayoría de la prensa egipcia, que antes, durante y después del golpe, colabora entusiastamente con ellos. En la esfera internacional poco se puede esperar cuando ya en la revuelta de 2011 las grandes potencias mundiales reaccionaron solo cuando vieron que Mubarak, su hombre en Egipto, era pasado. Menos lo harán ahora cuando ven que vuelve a ser presente.
Cuando tanto se ha hablado del fracaso de la gestión del Gobierno islamista de Morsi, apuntaré a los que a mi parecer son sus tres grandes errores, pero por defecto. El primero es que no se decidió a neutralizar completamente al Ejército egipcio, pensando que con el pase a retiro del mariscal Tantawi había resuelto el problema. Y sin contar con que el general al-Sissi, al que encumbró, le traicionaría.
La puesta en libertad de Mubarak por los tribunales evidencia otro de los errores de los HM, el de no haber finiquitado, vía decretos presidenciales, con las intrigas de la judicatura del viejo régimen. Y, unido a ello, Morsi debería haber arremetido contra los grandes medios de comunicación privados, quinta columna de los nostálgicos del pasado en Egipto, como ocurre en Venezuela o en Ecuador.
Otra cosa es que hubieran podido, o les hubieran dejado, hacerlo. En todo caso, los HM adolecieron de debilidad, no de arrogancia islamizadora. Y hay que decir en su descargo que sufrieron el boicot total, activo y finalmente golpista, de liberales y revolucionarios. Esos que han conseguido que su odiado Mubarak salga a la calle de rositas. Felicidades a los revolucionarios que soñaron con cabalgar a lomos de los militares. Bienvenidos a la realidad.