análisis | PRIMER DERBI DE LA LIGA, EN ANOETA
Nada de rojo y poco brote verde
El Osasuna de ayer no llevaba el rojo ni en la camiseta. Hace tiempo que anda justo de sangre y de corazón, alicaído, anémico. Así que habrá que tirar del verde. Todavía no llega a ser verde esperanza, más bien verde «pipiolo», aunque algún brote sí que asoma.
Ramón SOLA
El color de su camiseta ha reflejado habitualmente los valores del osasunismo y también su juego en el campo: corazón a raudales y hasta sangre si hace falta. Así que visualmente era extraña su puesta en escena ayer, con ese verde tomado prestado de la bandera de la ciudad, como antaño. Pero no es tan raro el cambio si se repara en que Osasuna lleva bastante tiempo muy poco rojo, la mayor parte de las veces anémico perdido, en lo emocional y en lo futbolístico. También lo está su gente, a fuerza de encadenar salvaciones agónicas que dejan sin hemoglobina a cualquiera. La falta de entradas en taquilla no explica por sí sola la escasa movilización de la parroquia rojilla, que empieza a ser una constante.
Que el rojo en la grada lo iba a pintar el Athletic estaba cantado, pero también en el campo empezó Osasuna nada rojillo y demasiado verde. Verde del peor, del «pipiolo», reflejado en Joan Oriol, que tras completar un estreno lamentable ante el Granada ayer se volvió a comer todos los centros en la primera parte, ya fueran frontales o diagonales, por arriba o por abajo, al pie o al hueco. Y como extensión, verde, muy verde, Mendilibar, que ensalzó al lateral catalán como la mayor sorpresa de la temporada y se ha encontrado a las primeras de cambio con el mismo problema de otros años en la banda izquierda. Dio la impresión de que no quiso ni señalarlo ni señalarse a sí mismo con un cambio que se pedía a gritos. El caso es que por allí llegó el 1-0, remachado por otro alarde de inocencia, esta vez de Arribas.
El campo y la grada estaban ya cuesta abajo para el Athletic, pero el verde es también color esperanza. El tono de Osasuna no llega a tanto, pero sí al menos apareció algún brote más que en el arranque contra el Granada. Con los minutos el equipo se fue asentando e incluso combinando a buen nivel, algo que no debe ser tan difícil teniendo en la sala de máquinas a dos peloteros correctos como Puñal y Silva y pivotando en la movilidad de Sisi, Armenteros, De las Cuevas y compañía.
Sin embargo, el colmillo se le notaba más afilado al Athletic. La falta de malicia se les notó a los navarros en los tramos en que fueron netamente superiores. Ni rastro todavía de la picardía que se le presume a Ariel Núñez. A Roberto Torres se les resbalaron un par de disparos frontales de cara, de los que le gustan. Marc Bertrán y Sisi se lo pensaron demasiados en algunas internadas que pedían pase rápido. Manu Onwu perdió su primer balón, cuando el partido aún estaba vivo. De nuevo nada de rojo, un equipo bonito pero sin pasión ni capacidad de asustar. Perdonó Ibai Gómez una clamorosa, pero para entonces Osasuna se veía tan abocado a arriesgar que el 2-0 era lo más probable. Y cayó.
De momento, pues, solo números rojos cuando el calendario liguero, por una vez, parecía un semáforo puesto en verde para que Osasuna arrancara sin angustias. Buff.