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Treinta años después de las inundaciones de 1983

La política del ladrillo mantiene las áreas de riesgo

Tres décadas después de las catastróficas inundaciones de 1983 se mantienen casi las mismas de zonas de riesgo. Tras aquellas riadas llegaron la transformación urbana y la de los servicios de emergencias, pero la política del ladrillo propició nuevos desarrollos urbanos en áreas críticas.

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Agustín GOIKOETXEA

Treinta años después, la huella dejada por las devastadoras inundaciones del 26 de agosto de 1983 continúa muy presente en la memoria colectiva de aquellas localidades a las que sacudieron con más virulencia. No es para menos, ya que aquel «episodio insólito», como ha sido calificado recientemente por el director de Atención de Emergencias y Meteorología de Lakua, Pedro Anitua, se saldó con la declaración de zona catastrófica en 101 municipios de la CAV -gran parte de Bizkaia, de Gipuzkoa y Aiaraldea-, 34 víctimas mortales, cinco personas aún desaparecidas y 1.200 millones de euros; 250.000 millones de las antiguas pesetas, 60.000 en Bilbo.

Los efectos de las lluvias torrenciales también se dejaron sentir al norte del país, donde fallecieron otras cinco personas. Las crecidas en la zona entre los ríos Errobi y Urdazuri arrasaron localidades labortanas como Azkaine, Bidarte, Ezpeleta, Sara, Senpere, Zuraide, Larresoro y Uztaritze. Los destrozos fueron muy importantes tanto en propiedades particulares como en la red de carreteras. Aquella tromba azotó primero Lapurdi, cruzó Gipuzkoa y después alcanzó Bizkaia, así como parte de la vecina Cantabria.

Coincidiendo con los prolegómenos de esta trágica efeméride, que también será recordada con algunos actos institucionales, la Agencia Vasca del Agua-URA ha puesto a consulta pública los mapas de peligrosidad y riesgo de inundación, en los que se incluyen la delimitación de las áreas geográficas que pueden verse afectadas por las crecidas de los ríos, el número de habitantes que reside en ellas, el tipo de actividad económica, las instalaciones industriales potencialmente contaminantes y la estimación de daños potenciales por inundación. La previsión de los responsables de URA es que este documento estará aprobado para diciembre.

Pero por encima de hojas y hojas de informes técnicos, lo que se constata es que la situación vivida hace tres décadas podría repetirse si vuelven a darse aquellas condiciones meteorológicas, puesto que, en su mayor parte, las áreas críticas son las mismas y a las zonas urbanas consolidadas en los años 80 se han sumado nuevos desarrollos urbanísticos que no han asumido los riesgos potenciales. Las demoledoras consecuencias de aquellas crecidas, especialmente en Bizkaia, Aiaraldea y Debaldea, parecen no haber servido de ejemplo. Y el eje sobre el que pivota el análisis es extrapolable a Nafarroa y Lapurdi.

Mitigar futuros daños

En el caso del documento de URA, organismo dependiente de Lakua, se identifican razonadamente las áreas de riesgo potencial significativo por inundación. A partir de ese análisis de la situación, se pretende seleccionar y diseñar las medidas más eficaces y sostenibles para la «mitigación» de los efectos adversos de las crecidas tratando de paliar sus consecuencias, aunque se aventura complicado ya que en algunos de los espacios en los que pudieran producirse problemas son áreas urbanas en las que se han construido viviendas o se han trazado carreteras.

Es, sin duda, el flanco más débil de la actuación de las administraciones públicas que, llevadas por la política del ladrillo, han permitido urbanizar espacios que tenían que haber quedado libres y que ahora están ocupados por infraestructuras viarias, viviendas o polígonos a rebosar de pabellones, muchos de ellos vacíos. Aunque se reconoce esa carencia, no se asume por completo, como lo demuestra que el Gobierno Urkullu haya orientado los actos de recuerdo al aspecto de las emergencias, importante también, pero que oculta aspectos estructurales que no se cuestionan.

En una jornada que tuvo lugar en la Alhóndiga el pasado mes de junio, el subdirector de Protección Civil del Consistorio bilbaino, Pedro Izaga, explicó que los daños registrados hace 30 años «fueron más o menos importantes en función de la presión sobre el cauce de la Ría y de las diversas obras de encauzamiento que se fueron realizando». Tampoco pasó por alto que «gran parte» de la inundación fue provocada por la lluvia torrencial, no por la avenida. «Contrariamente a lo que suele suceder, las precipitaciones más importantes no fueron en cabecera, sino en la cuenca baja. Por ejemplo, en el Casco Viejo la aportación de agua de lluvia en los días 26 y 27 de agosto fue de 789.260 metros cúbicos».

Los mapas de peligrosidad sobre los que trabaja URA comprenden la delimitación gráfica de la superficie anegada por las aguas para la ocurrencia de avenidas con periodos de retorno de 10, 100 y 500 años, lo que se entiende como alta, media y baja probabilidad de que se vuelva a producir. El ámbito del estudio comprende las cuencas del Barbadun, Butroe, Oka, Lea, Artibai, Deba, Urola y Oiartzun, así como los tramos con mayor influencia mareal del Ibaizabal, Oria, Urumea y Bidasoa y sus afluentes Galindo, Asua, Udondo, Gobela e Iñurritza.

En una evaluación preliminar se identificaron puntos de riesgo en los cauces del Barbadun, Galindo, el Ibaizabal a su paso por Bilbo, y áreas de Sondika-Erandio, Getxo, Leioa, Plentzia, Gatika, Mungia, Bakio, Ea, Mundaka, Altamira, Markina-Xemein, Etxebarria, Mallabia-Ermua-Eibar, Elgoibar, Mendaro, Altzola, Deba, Soraluze, Bergara, Oñati, Arrasate, Eskoriatza, Zarautz, Aia-Orio, Zumaia, Azpeitia, Urrestilla, Azkoitia, Zumarraga-Urretxu, Legazpi, Donostia (Igara y Urumea), Oiartzun, Altzibar e Irun-Hondarribia. En muchos de estos puntos los daños fueron elevados en 1983, como lo han sido en crecidas o lluvias más o menos importantes registradas desde entonces.

A través de técnicas digitales, se ha fijado la extensión de la zona inundable y se puede calcular con mayor precisión los calados de los cauces. También se ha inventariado una gran cantidad de obstáculos al flujo de los caudales de los ríos como puentes, coberturas y azudes, que a juicio de URA pueden influir de forma determinante en la inundabilidad de esos entornos.

Por su parte, la Dirección General de Costas ha identificado once zonas de riesgo por inundación litoral, de las que ocho se ubican en los estuarios de los ríos y tres (Ondarroa, Zarautz y Donostia) en la fachada costera. Esa institución, dependiente del Gobierno español, está elaborando los mapas de peligrosidad y riesgo asociados a esos tres ámbitos, que serán sometidos a un proceso paralelo de información pública.

El director de Planificación de URA, José María Sanz de Galdeano, es meridianamente claro cuando se refiere a la probabilidad de crecidas como las de 1983: «Los ríos se han enfadado y se enfadarán en el futuro, y tenemos la obligación de estar preparados». Desde la Agencia Vasca del Agua se insiste en la necesidad de no ocupar ni alterar la franja de terreno que en el último siglo se ha visto afectado por las crecidas, especialmente antiguos cauces y meandros. Lo cierto es que se han encauzado ríos y arroyos, pero también la lengua de hormigón se ha extendido en zonas potencialmente inundables.

«En Euskadi hemos robado y herido muchos montes para construir carreteras y edificios, sobre todo en Eibar, y tarde o temprano siempre pasan factura. Por eso, siempre hay que estar preparado para pagarla», declaró José Miguel Calle, jefe de la Policía Municipal de la villa armera, atento cada vez que se informa de una alerta meteorológica a través de SOS Deiak.

Se propone también que no se permita ningún nuevo aprovechamiento urbanístico que implique incremento en el riesgo y en la inundabilidad en terrenos que se han anegado por las aguas en los 100 años anteriores. Sí se deja edificar, bajo ciertas cautelas, en el interior de la trama urbana consolidada, conscientes de que no hay otra solución.

Por otro lado, los técnicos apuestan por encauzamientos para proteger ámbitos ya construidos sometidos a una inundabilidad de hasta 100 años de periodo de retorno, es sí, utilizando diseños «lo más naturalizados posibles». Como era previsible, se plantea a las instituciones competentes que potencien la reubicación en ámbitos más seguros.

Grandes inversiones en obras

En Bilbo, sirva como ejemplo, se apuesta por la apertura del Canal de Deustua y la subida de la cota en la que será isla de Zorrotzaurre para evitar las futuras crecidas. A pesar de la inversión millonaria en esa actuación, los responsables municipales confiesan que el Casco Viejo y otros puntos que históricamente se han anegado en la villa, seguirán sufriendo hasta que no se acomete la apertura de un gran canal subterráneo que desvíe agua del Ibaizabal desde Abusu a Olabeaga. «La capacidad hidráulica actual de la Ría es limitada, lo que hace que, de forma repetitiva, estemos afectados por estos fenómenos meteorológicos», apuntó Izaga en su intervención en la jornada de la Alhóndiga.

Ordenación del territorio

Los mapas de peligrosidad son la cartografía de inundabilidad para periodos de retorno de 10, 100 y 500 años, delimitándose los cauces públicos y las zonas de servidumbre y policía. Una vez concluida la elaboración de esos documentos, el siguiente periodo de tramitación, que está previsto que concluya en 2015, es el que contempla la redacción de los planes de gestión de riesgo de inundación. Según los estudios de URA, en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa existe un centenar de áreas con riesgo potencial significativo de inundación a lo largo de unos 400 kilómetros de tramos fluviales. En esos espacios se concentra el 85% de los daños esperables en la red fluvial de la CAV.

En opinión de los expertos, en esa última fase habría que adoptar medidas de ordenación del territorio y urbanismo, pero también de predicción de avenidas y alerta temprana, de protección civil y de promoción de seguros frente a las crecidas en esas zonas más sensibles (en 1983, muchos de los damnificados no disponían de póliza). Desde Atención de Emergencias y Meteorología del Gobierno autonómico se considera que, gracias a la prevención, se podría disminuir el número de víctimas mortales para no alcanzar las cifras de hace treinta años, aunque dejan claro que las grandes inundaciones son «inevitables» a pesar de los avances en las labores preventivas cuando las precipitaciones son muy grandes y concentradas en el tiempo.

Las claves son evitar pérdidas de vidas humanas, minimizar los daños y permitir una rápida recuperación de la «normalidad», para lo que es necesario contar con unos servicios de emergencias convenientemente dotados y a punto.

Los técnicos siguen definiendo el fenómeno que comenzó el 25 de agosto y eclosionó al día siguiente en Bizkaia y Aiara como «insólito». El director de Euskalmet, José Antonio Aranda, lo considera «algo extraordinario» desde el punto de vista meteorológico. En aquel agosto de hace tres décadas se recogieron 813 litros por metro cuadrado, de los que 589 fueron en tres días y 503 en tan solo 24 horas, de las 9.00 del viernes a las 9.00 del sábado. «Moviéndonos en la serie histórica encontramos que, como máximo, está el mes de diciembre de 1874 con 495 litros por metro cuadrado, febrero de 1931 con 417,31...», informó el responsable de Protección Civil del Ayuntamiento de Bilbo.

«Unas cantidades demoniacas que, teóricamente, solo se dan una vez cada mil años», subrayó Aranda. «Cayeron 780.000 metros cúbicos de agua sobre el Casco Viejo», viene recordando una y otra vez en los últimos días, apostillando que en aquellas horas por la Ría pasaban 3.000 metros cúbicos por segundo.

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