(...) Cójase un mercado laboral y pídase a gritos que sea más «flexible», aduciendo la «competitividad» o la «creación de empleo», hasta que el Gobierno (del PSOE en este caso) ceda y lleve a cabo una reforma laboral que abra la posibilidad de contratación temporal masiva y barra bajo la alfombra los derechos de los trabajadores. Tras un tiempo de cocción, hay que rasgarse las vestiduras ante la «dualidad del mercado laboral». Llámense entonces «privilegios» a los derechos que conserva ya sólo una minoría y propóngase una solución. No se tratará de equiparar a todos con los que gozan de mayor protección y de eliminar el empleo precario, por supuesto. Antes bien, se tratará de que los pocos contratados de forma indefinida se equiparen a los temporales, a los becarios o a los esclavos (en el momento, tan próximo, en que de nuevo legalicen esta flexible, competitiva y europea modalidad laboral). Así de zafia y descarada es la forma de razonar de la CEOE y del individuo Rosell.

(...) Me temo que se trata para los empresarios de un «experimento» para probar hasta dónde llegaremos los trabajadores en nuestro lanzamiento hacia la servidumbre voluntaria. Y es de suma importancia para el individuo Rosell porque los empresarios tienen planes muy ambiciosos para convertirnos en herramientas de trabajo sin más salario que el de subsistencia, es decir, en esclavos. Confío, sin embargo, como buen ingenuo, en que al aprendiz de brujo Rosell y sus secuaces les estalle entre las manos su «experimento importante» y consigan crear una conciencia de clase dispuesta a una insurrección armada mucho más importante.

(...) una cabeza tan montaraz y tan rudimentaria como la del señor Rosell es la más adecuada y más legitimada para representar los intereses, el impudor y la avaricia de la CEOE. Al menos así sabemos con quién nos la jugamos.