Siria evoca a Irak, ¿y Obama a Bush?
Mientras el mundo sostiene la respiración ante un quizás inminente ataque militar contra Siria que puede incendiar toda la región y devenir en una guerra global, en el país vecino, en Irak, más de setenta personas morían ayer y centenares más resultaban heridas como consecuencia de ataques con bomba coordinados. Este tipo de atentados se han convertido en una macabra rutina en el infierno de Irak, condenado como país viable y vivible a una muerte segura a fuego lento, desangrado en luchas sectarias azuzadas desde poderosos vecinos. Ese es el resultado de una guerra imperial de ocupación, justificada por el entonces presidente de EEUU, George W. Bush, mediante la construcción de mentiras, sesgando los hechos y con acusaciones sin evidencias. Un crimen de guerra que sigue martirizando y desangrando a una población mientras el mundo parece haberse acostumbrado a la «normalidad» de las matanzas diarias.
El actual presidente de EEUU, Barack Obama, parece querer emular a su antecesor y seguir los mismos pasos hasta declarar su propia guerra. Sin esperar las conclusiones del informe de la ONU, como anoche propuso Londres, por el momento Obama hace su propia investigación, usa sus propias evidencias y se dispone a actuar como juez, jurado y ejecutor. Si el guión declamado ya por la OTAN no cambia, declarará a Siria amenaza inmediata, dirá que no hay tiempo para que la ONU investigue y, como se hizo en Irak, dará la orden para una operación militar de shock y conmoción que le permita lograr una rápida superioridad y vender la idea de una guerra corta, quirúrgica y limitada.
Pero como tan dramáticamente se demuestra a diario en Irak, la eventual guerra contra Siria tampoco va a ser un entrar y salir triunfal, una cuestión de días. Si Obama la emprende como hizo Bush hace una década, se verá obligado a seguir y seguir, mientras el pueblo sirio, como el iraquí, no dejará de morir y morir.