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Carlos GIL | Analista cultural

Instantáneas

Aveces pienso que una fotografía es una instantánea de lo efímero que acaba insertándose en una biografía molecular. Dice John Berger que el verdadero contenido de una fotografía es invisible porque «no deriva de una relación con la forma sino con el tiempo». Es el tiempo el que conforma la viabilidad documental de cada instantánea. El que coloca una pátina emocional que activa su validación contextualizada. No tiene valor su calidad técnica, sino su capacidad de testimonio. No tanto lo que nos cuenta, como lo que nos evoca. La alteración del síndrome Dorian Grey o la erradicación del narcisismo como relato fiable de un dato histórico.

En el Museo Nacional de la República en Brasilia, ese globo truncado de Niemeyer, se expone una colección de fotografías con un alto valor memorístico. Dedicado a los muertos y desaparecidos de las dictaduras en Argentina y Brasil, Gustavo Germano coloca fotografías en blanco y negro de grupos de personas, amigos, familiares tomadas en las décadas ominosas del terror militar en el cono sur, los sesenta, setenta y ochenta, y junto a ellas otras tomadas, en ocasiones, en el mismo escenario y con la misma distribución espacial de los protagonistas, pero con la falta del fallecido o desaparecido.

Se llama la impresionante exposición «Ausencias». Opera sobre nuestra mirada la confrontación instrumental del blanco y negro contra el color y la alta capacidad de concienciación de esos huecos, la falta de unos rostros, unos cuerpos, que vemos treinta años antes, felices, acompañados o solos. Además es un acto artístico de entidad convertido en un grito de denuncia sin palabras por la verdad y la justicia desde la memoria.

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