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Crónica | En el punto de mira de EEUU

Un Damasco amenazado contiene el aliento

La vida es casi normal en el centro de Damasco», señala Hashim desde el barrio predominantemente cristiano de Bab Touma. «Solo el ruido ocasional de la artillería en las afueras me recuerda que estamos en guerra».

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Karlos ZURUTUZA

Este damasceno que prefiere no revelar su apellido por motivos de seguridad habla, vía telefónica, de constantes atascos por los rigurosos controles y registros, así como de subidas en el precio de los alimentos y del combustible. No obstante, Hashim asegura que las tiendas siguen bien abastecidas en un distrito en el que Hafez y Bashar al Assad -padre e hijo respectivamente- siguen compitiendo por la hegemonía en letreros, murales, parabrisas de los coches.

«Tengo la sensación de vivir en una especie de jaula de oro: voy al gimnasio todos los días después de trabajar, quedo con los amigos en el mismo local de siempre... Pero sé que a apenas un kilómetro de distancia de mi casa la gente lucha por sobrevivir». Tras más de dos años de combates, el centro de Damasco se «disfraza» hoy de Bagdad. Un anillo de bloques de hormigón custodiado por fuertes medidas de seguridad separa los bastiones de al Assad de aquellos en disputa, o controlados ya por la oposición armada.

La atmósfera resulta aún más tétrica tras el ataque, supuestamente con armas químicas, del pasado día 21 en la periferia de la capital. Pocos días más tarde, los capitalinos se enfrentan a la congoja provocada por el anuncio de una eventual intervención.

Aram, también residente en Bab Touma, no oculta sus temores: «No tengo miedo a las bombas de los americanos sino a que éstas allanen el camino a todos los terroristas que están arrasando nuestro país», asegura este hombre que confía «plenamente» en la capacidad del Ejército sirio para contener a la oposición. A día de hoy nadie niega que, desde el comienzo de las revueltas en marzo de 2011, la oposición siria se ha visto reforzada por numerosos grupos extremistas islámicos, algunos vinculados con Al Qaeda.

Salih Muslim, líder del Partido de la Unión Democrática -el dominante entre los kurdos de Siria- asegura que dichas alianzas se cobran un precio «demasiado alto». «La propia debilidad del Ejército Libre Sirio hace que no pueda distanciarse de los radicales islámicos porque éstos cuentan con más capacidad militar», asegura a GARA.

La situación en Saida Zainb, un distrito obrero al sur de Damasco, difiere completamente de la de Bab Touma. Los continuos combates han reducido muchos edificios a escombros y Hani Hosam, quien apoya abiertamente a los insurgentes, denuncia que muchas tiendas son frecuentemente asaltadas por milicias leales a al Assad. Relata que los cortes de luz son frecuentes y los suministros escasos pero duda de que se vaya a producir una intervención militar.

«Un ataque no favorece los intereses de ninguno de los países actuando en Siria. Solo traería más destrucción a nuestro pueblo», transmite vía Skype. «La situación sobre el terreno es extremadamente compleja, necesitamos una solución pacífica urgentemente».

Pero desde el también castigado distrito de Jaramana, al este de Damasco, Naziha discrepa: «Washington atacará porque necesita completar su plan para toda la región», dice esta drusa.

Recuerda que apoyó la rebelión desde el principio pero teme tanto la destrucción que provocaría un ataque como posibles injerencias sobre su país.

Desde la calma relativa del céntrico distrito de Mezzeh, Khyder, un kurdo de 34 años, lamenta que el supuesto ataque químico haya llamado la atención de la comunidad internacional «mientras Al Qaeda sigue masacrando civiles kurdos sin que nadie se escandalice».

«¿Por qué ha cerrado Occidente los ojos ante las atrocidades cometidas hacia el pueblo sirio hasta hoy? ¿Debemos los kurdos, o cualquier otro pueblo, ser gaseados para forzar una intervención?». Khyder lamenta que el anunciado ataque llegue «demasiado tarde».

No es el único. Ilya Topper, analista especializado en Oriente Medio establecido en Estambul lo resume así: «De haber querido, la intervención tendría que haberse llevado a cabo hace dos años. En aquel momento, la caída de al Assad no habría afectado a la estructura de Siria: el país habría mantenido su Constitución y se habría convertido en la primera república laica más o menos democrática. Si se abre la vía a una victoria militar de los rebeldes, la opción que le queda a Siria es convertirse en una teocracia con nombre republicano bajo un régimen de clérigos, muy similar al de Irán, que tanto apoya a al Assad».

 

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