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cRóNIcA | 200 nuevas inquilinas en monjazarrak de bergara

«Simplemente somos chicas jóvenes que quieren rezar juntas»

La llegada este verano de 200 jóvenes monjas a Bergara no podía pasar inadvertida en el pueblo. Al no trascender por qué y para qué se han instalado en el convento de Monjazarrak, los comentarios y rumores están a la orden del día. Los más curiosos se asoman a la iglesia de San Pedro, donde se dedican a rezar y reflexionar.

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Oihane LARRETXEA

Cada día acuden a misa de 12.00. No es el único momento en el que se dejan ver por la iglesia de San Pedro ni sus aledaños, aunque sí es el más indicado para verlas a todas juntas. Alrededor de 200 monjas viven desde primeros de agosto en el convento de la Santísima Trinidad, más conocido como Monjazarrak, aunque las primeras 20 llegaron en noviembre del año pasado, entonces de la mano del obispo de Donostia, José Ignacio Munilla. Contactó con ellas en Córdoba meses atrás, en junio, a través de su homólogo Demetrio Fernández, durante la celebración de unas conferencias que el propio Munilla ofrecía en la ciudad andaluza.

Tras este primer contacto, el prelado invitó a la congregación de San Juan y Santo Domingo a ocupar el convento de las clarisas de Bergara. Estas primeras monjas jóvenes pasaron entonces a ser las habitantes del convento ubicado en la calle Goenkale, donde las religiosas que allí vivían -de unos 80 años de edad media- hubieran cumplido a lo largo de este 2013 medio siglo habitando este majestuoso edificio, si no fuera porque todas ellas fueron trasladadas a otros conventos.

Las cosas se complicaron. Semanas después de que las religiosas llegaran a la localidad guipuzcoana, el secretario del Estado vaticano, Tarcisio Bertone, rubricó un decreto en el que prohibió la asociación pública de fieles que constituían esas monjas por «una grave lesión de la disciplina eclesiástica». En aquel entonces acapararon la atención de los medios porque, entre otras cosas, practicaban footing por las calles del pueblo con el hábito puesto. Desde que se disolvió la orden, no lo llevan. En su lugar visten ropa holgada de colores neutros y sandalias de cuero. La mayoría de las monjas provienen de países europeos, aunque hay también alguna sudamericana.

Tal y cómo publicó GARA en un artículo del mes de febrero, tras el mandato oficial de disolver la orden las diecinueve jóvenes, que no habían realizado sus votos perpetuos, habrían recibido un permiso de Munilla para «de forma temporal» seguir residiendo en el monasterio de las clarisas, aunque dejaran de ser monjas.

Este diario se ha puesto en contacto con el párroco de Bergara, Jon Molina. Visiblemente incómodo, aunque correcto, eludió responder cualquier cuestión al respecto. «No quiero hablar por boca de terceras personas, sugiero que pregunte directamente en el convento».

Eludió también cualquier responsabilidad, aunque sí admitió tener toda la información al respecto. «Están en Bergara y yo soy el párroco de Bergara, pero son independientes -aclaró-. El párroco de la iglesia no es responsable de las monjas que habiten en su pueblo».

Preguntado sobre la cesión de Monjazarrak y de la iglesia de San Pedro para que, además de celebrar la misa, se reúnan para «reflexionar», Molina protesta: «Le he advertido de que no iba a contestar ninguna pregunta y sin embargo me las está formulando».

Desde el servicio de prensa del Obispado de Donostia aseguraron a este diario no saber demasiado al respecto, aunque sí confirmaron que «se está buscando una solución». Estas mismas fuentes aseguran que las conversaciones existen desde que surgió «el problema», en alusión a la disolución de la orden de San Juan y Santo Domingo, pero defendieron que el debate es interno -«los asuntos de casa se resuelven en casa»-, por lo que no trascenderá nada al respecto.

«Lo evidente -agregan- es que [las monjas] no se quedarán donde están infinitamente». Sobre por qué y para qué vinieron o fueron invitadas, aseguran ignorarlo.

Certezas y rumores

Lo que resulta innegable es que la llegada de las religiosas ha despertado la curiosidad y suscitado numerosos comentarios, sobre todo desde que llegó el grupo más multitudinario. Por eso no resulta extraño ver a vecinos entrar en la iglesia a kuxkuxear. «¡Qué lástima, está vacía...!», comentaba para sí misma una mujer que, con las bolsas de la compra en mano, se asomaba tímidamente por la puerta. Esa mañana las jóvenes religiosas no salieron del convento hasta la hora de misa.

Una vecina dijo no entender «lo que está pasando», refiriéndose al por qué de su llegada. «No sabemos nada», agregó. Sí quiso resaltar la estima que muchas personas sentían por las Monjazarrak.

Fruto de la rumorología o no, también se ha comentado que las religiosas piden alimentos en los comercios y no pagan por ellos, ofreciendo a cambio una oración. Sin embargo, desde detrás de su mostrador una tendera cuyo local está muy próximo al convento lo desmiente, asegurando que a los comerciantes con los que ella ha hablado no les consta tal cosa.

Es cierto, por otra parte, que en la puerta de Monjazarrak acostumbraban a colgar una pizarra donde apuntaban qué alimentos necesitaban, apelando a la caridad. En la actualidad, una empresa de catering con sede en Mungia se encarga de llevarles la comida.

Podrían marcharse este mes

Este diario tuvo la oportunidad de conversar en Bergara con la superiora, una mujer llamada Lucía. Sobre su día a día, aclara que se dedican «a la oración y al cuidado y cultivo de la huerta».

Preguntada sobre por cuánto tiempo se prolongará su estancia en Euskal Herria, deja entrever que están a la espera de un aviso al respecto. Al parecer, según algunas informaciones, las religiosas podrían abandonar la localidad guipuzcoana este mismo mes para ser reubicadas a otros lugares. Solo restarían en el convento de las clarisas aquellas primeras veinte monjas que llegaron en noviembre del pasado año.

Aunque no se trataba de la primera vez que se relacionaban con los medios de comunicación -cabe recordar que cuando arribaron las primeras religiosas Munilla ofició una misa de bienvenida que los medios pudieron cubrir-, la superiora se mostró celosa con la intimidad de esta comunidad, por lo que eludió contestar a más cuestiones y entrar en detalles. «Simplemente somos chicas jóvenes que queremos rezar juntas», resumió, estrechándonos la mano antes de entrar a misa.

UN AMIGO

Preguntada sobre quién oficia cada día la misa de 12.00 en la iglesia de San Pedro, la superiora confirma que no lo hace el párroco de Bergara, Jon Molina, sino un cura al que se refirió como «un amigo nuestro». Lo hace en francés, idioma que todas conocen.

EN EL SUELO

La iglesia de San Pedro es también el punto de encuentro que emplean para reflexionar y cantar. En estas sesiones, en lugar de sentarse en las bancadas emplean pequeños taburetes o esterillas para acomodarse en el suelo, cerca del altar.

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