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Merkel se encamina hacia su tercera legislatura como canciller de Alemania

Los sondeos electorales auguran la reelección de Angela Merkel, que actualmente no cuenta con ningún sucesor ni dentro ni fuera de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) que lidera. Su estilo personal y político es la base de la simpatía que goza entre los alemanes.

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Ingo NIEBEL | Colonia

«No hay alternativa»,es una de las frases que caracteriza a la canciller alemana, Angela Merkel, y a su política. La empleó en 2007 para justificar la continuidad de los soldados alemanes en Afganistán. Un lustro más tarde, y en medio del debate sobre si en la actual crisis económica y financiera algunos países deberían abandonar la zona euro, la jefa de Gobierno alemán constató: «No hay alternativa a Europa y a la Unión Europa». Pero fue su correligionaria y ministra de Familia, Ursula von der Leyen, la que, en medio de ola de críticas vertidas desde la propia CDU sobre la presidenta del partido, dijo: «No hay alternativa a Merkel».

Aunque la vida enseña que siempre hay al menos otra opción, realmente es difícil imaginar quién podría suceder a esta política al frente del Ejecutivo alemán y de la CDU. De hecho, todos los integrantes de la generación joven que cumplían los requisitos mínimos para figurar como sus eventuales sucesores han dejado la política para marcharse a la Unión Europea o al sector privado.

De ahí se desprende que Merkel no tiene, por el momento, ningún rival en el ámbito interno, pero tampoco hay nadie que pueda tomar las riendas en caso de necesidad. Para la ciudadana de la extinguida República Democrática Alemana, supone una coyuntura muy favorable para mantenerse en el poder dentro de la CDU, pero desde la óptica estratégica de su partido es peligroso a la hora de garantizar cierta continuidad política. El único nombre que se baraja es el del actual ministro de Defensa, Thomas de Maizière, un «soldado de partido», que procede del círculo de poder de Merkel. Desde la Cancillería le ayudó a controlar la formación tanto a través de la Casa Konrad Adenauer como del grupo parlamentario del Bundestag.

Un tercer campo de poder lo componen aquellos estados federales en los que gobierna la CDU, desde donde, en el pasado, han surgido voces críticas contra la líder democratacristiana. Pero las debacles electorales a nivel regional han silenciado a los críticos veteranos, que han acabado retirándose. Los comités regionales buscan su nuevo norte y eso es algo que podría ocurrir también en el ámbito nacional si Merkel dejara su cargo. Sin ella, la CDU sería «un partido en busca» de un nuevo líder y de un nuevo horizonte político e ideológico, explica el politólogo Gero Neugebauer.

«Giro a la izquierda»

Todo esto explica también por qué la hija de un pastor protestante, que en 2005 se convirtió en la primera mujer en ser elegida canciller de Alemania, pudo blindar su posición e implantar su línea política que ha llevado a la CDU de sus tradicionales valores conservadores y cristianos hacia otros más propios de los liberales, verdes y socialdemócratas, lo que algunos medios han tildado de «giro hacia la izquierda».

El «no» a la energía nuclear, como reacción inmediata de Merkel a la catástrofe de Fukushima, simboliza la acción política de una canciller que medio año antes había salido en defensa de la industria atómica.

El mismo comportamiento ha mostrado en la gestión de la crisis económica y financiera. Mientras azota a los países en crisis con su dogmática política de austeridad, que según ella tampoco tiene alternativa, en casa no cumple sus promesas. La oposición no ha sabido aprovechar esa situación porque con sus votos ayudó a Merkel a sacar adelante sus proyectos de ley para financiar los créditos a Grecia cuando los «euroescépticos» de la CDU y del FDP habían dejado al bipartito sin la mayoría absoluta.

Por el momento, parece que los alemanes han hecho las paces con Merkel porque más del 50% le votarían si la elección del 22 de setiembre fuera directa.

«Ambigua» en política exterior

De la misma forma ambigua, Merkel actúa en política internacional. Por un lado, dice que «en ningún caso Alemania participará» en una acción militar contra Siria, pero sus agentes secretos y militares operan desde hace tiempo de forma encubierta contra el Ejecutivo del presidente Bashar al-Assad. Aún así, insiste en que debería haber «una respuesta conjunta de la ONU» pero no dispone de la fuerza necesaria ni para que sus homólogos de Rusia y China apoyen a EEUU, ni para evitar que Washington y Tel Aviv ataquen. Su admiración por EEUU es notoria y la revista «Forbes» la nombró «la mujer más poderosa del mundo» tres veces consecutivas desde 2011. Paralelamente, Merkel ha subrayado su solidaridad «incondicional» con Israel. Sin embargo, Berlín carece de una definida política exterior porque Merkel no la fija, ya que administra los problemas pero no los soluciona.

A causa de la ausencia de una alternativa viable, Merkel probablemente ganará si no sube la abstención entre sus seguidores, que podrían sentirse aburridos por la anodina campaña electoral y un tanto cómodos por el triunfo que auguran los sondeos.

 
RIESGO

Merkel no tiene ningún rival interno en la CDU, pero esa situación favorable para su mantenimiento como líder del partido es peligrosa a la hora de garantizar cierta continuidad política.

De las juventudes socialistas a dirigir un Estado capitalista

Angela Merkel, de 59 años, inició su carrera política en 1991, cuando el entonces canciller Helmut Kohl la nombró ministra en el primer Gobierno de la Alemania reunificada. Los medios la tacharon de «chica de Kohl», cuyo nombramiento se debía sobre todo a su condición de mujer y de ciudadana de la ex RDA. Su pasado en la organización juvenil socialista sigue siendo un misterio. Tras la derrota de 1998, la CDU la eligió secretaria general, y presidenta en 2000 a raíz de un escándalo financiero, que salpicó a Kohl y a su vieja guardia. En 2005, hizo historia al ser la primera canciller. Después de la Gran Coalición con los socialdemócratas formó bipartito con los liberales (2009). Entonces el presidente de EEUU, George W. Bush, le otorgó el exclusivo honor de hablar ante el Congreso estadounidense. GARA

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