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Dabid LAZKANOITURBURU | Periodista

El desorden mundial se cita en Arabia

 

Si observamos sin anteojeras las paradojas y contradicciones (incluso los extraños enredos de cama) que han provocado en los distintos actores mundiales y regionales las protestas que se iniciaron en 2011 en los países árabes podríamos llegar a la conclusión de que la política internacional es lo más parecido a un camarote abarrotado con los Hermanos Marx. Y que bebe más de la improvisación que del diseño de oscuras conspiraciones cocinadas a fuego lento durante años.

Ahora que asistimos en Egipto y en Siria a lo que parece son los últimos y sangrientos estertores de ese fenómeno (algunos sostienen que solo es el fin de una primera etapa en un largo proceso), y más allá del drama y la convulsión que han generado y siguen generando, han tenido la virtualidad de mostrar que el mundo en el que vivimos es demasiado complejo como para aplicarle viejas recetas. Ni el unilateralismo estadounidense que exporta «democracia» a bombazos, ni los esquemas apriorísticos y maniqueos de la Guerra Fría a un mundo cada vez más multipolar.

Multipolar, lo que no quiere decir que los distintos y cada vez más relevantes y autónomos autores no tengan sus propios intereses. Otra cosa es que esa miríada de intereses contrapuestos genere un equilibrio, difícil pero equilibrio al fin, entre los distintos agentes y sus variadas expectativas.

Hablando de expectativas, lo que han evidenciado esas revueltas es que hay gente en los pueblos árabes que las tuvo y las tiene. Y se levantó para reivindicarlas. Sin calcular previamente, ingenuos, que viven sobre una tierra donde se concentran precisamente tantos intereses, contrapuestos y a veces contradictorios. Nunca los suyos.

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