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TRAS EL TERCER INTENTO FRUSTRADO

La Peineta, símbolo del fiasco olímpico español

El tercer fracaso de Madrid en su carrera olímpica da paso a una dura resaca en la que el primer dolor de cabeza es el estadio de La Peineta, planteado como sede central en los tres proyectos y destinado a ser futuro campo del Atlético de Madrid en una compleja operación urbanística. La reconstrucción de este estadio abierto en 1994 y apenas usado se eterniza, pendiente de ese gran día que nunca llega.

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Ramón SOLA

El proyectado Estadio Olímpico de Madrid seguirá teniendo por ahora un nombre mucho más modesto aunque ciertamente españolísimo: La Peineta. Se lo debe a su inconfundible perfil. En realidad La Peineta es poco más que eso, un perfil, una silueta lejana en un erial ubicado en el extrarradio de Madrid, junto a la A-6, la autopista a A Coruña.

El fracaso en el tercer intento consecutivo de la capital española por asumir la organización de los Juegos Olímpicos, consumado anteayer en Buenos Aires, reabre las dudas sobre el futuro de esa instalación. El Gobierno del PP presumía de que el 80% de las obras estaban ya realizadas, pero faltaba precisamente la joya de la Corona olímpica: el estadio de atletismo. La Peineta es la obra, o el cuento, de nunca acabar. Está en obras casi de modo perenne, desde su apertura en 1994. Entrados en el siglo XXI, cada cuatro años se le vaticina un impulso definitivo, pero las sucesivas derrotas en el Comité Olímpico Internacional vuelven a parar las máquinas.

Su situación recuerda a un caso muy conocido y revelador por estos lares: el Navarra Arena de Iruñea, polideportivo multiusos con capacidad para 10.000 espectadores impulsado por el Gobierno de UPN en tiempos de bonanza y que tras llegar las vacas flacas no se logra terminar ni se desea inaugurar. El problema añadido para La Peineta es que, dando prácticamente por seguro que los Juegos se harían en 2020, el Ayuntamiento de Madrid se lanzó a firmar un convenio con el segundo club de la ciudad, el Atlético, para que el estadio fuera su terreno de juego a partir de 2014.

No se trata de una mera cesión, sino de una operación urbanística compleja con forma de permuta, que permitirá derribar el actual estadio Vicente Calderón, en la ribera del Manzanares, para soterrar la M-30. Como ha ocurrido en otros muchos casos, el castillo fue creciendo sobre el aire. El plan inicial, allá por 2007 -antes de que la burbuja inmobiliaria se pinchara con estrépito-, contemplaba construir en la zona torres de hasta 30 alturas con el fin de rentabilizar toda la operación. Luego «bajaron» a 17 y finalmente desaparecieron del mapa.

La ciudad y el club más endeudados

La reconstrucción de la fantasmagórica Peineta, para pasar de los 20.000 asientos actuales a cerca de 70.000, costaba inicialmente 160 millones de euros, pero las últimas estimaciones ya lo elevan a 270 (por comparar, se prevé que en San Mamés Barria se gastarán unos 218).

El Atlético de Madrid debía costear los trabajos, pero su capacidad financiera es más que dudosa. Se trata del club estatal que más deuda acumula con Hacienda, en torno a 120 millones, según datos del año pasado (lo que no le impidió gastarse 40 en fichar al colombiano Falcao en 2011). Así las cosas, el Ayuntamiento de Madrid -que dicho sea de paso también es el más endeudado del Estado- estaba comprometido a pagar la reconstrucción en última instancia, pero siempre que se le concedieran los Juegos, por lo que ahora todo vuelve a quedar en entredicho.

Pasados los años, La Peineta de Madrid sigue por tanto sin solución ni destino claros, aunque ya hay una beneficiada directa: la constructora FCC que va poniendo ladrillo a ladrillo sin tomarse más prisas de las necesarias. En diciembre de 2011 se calculaba que la reconstrucción estaría concluida para 2013, luego se pospuso a 2014 y más tarde a 2015. La derrota de Buenos Aires probablemente vuelva a modificar el calendario, y quién sabe si el proyecto entero.

Uno de los más nerviosos, obviamente, es el presidente del Atlético de Madrid, Enrique Cerezo, que ayer se despachaba a gusto contra los modos de hacer del COI: «Siempre he pensado que el presidente lo que tiene que hacer son las votaciones a mano alzada, y si los miembros no quieren que se marchen a su casa y vengan otros que voten a mano alzada y sepa todo el mundo a quien se vota. Así no se crea una ilusión falsa y luego votan a quien quieren».

El Atlético ha buscado hasta en Dubai patrocinadores para el futuro estadio, siguiendo el ejemplo de otros clubes ingleses o alemanes como el Arsenal de Londres o el Bayern de Munich, con sus flamantes Emirates Stadium y Allianz Arena respectivamente. No lo ha logrado hasta ahora, y las dudas renacidas se lo ponen aún más crudo.

La Cartuja, también «olímpico»

El despropósito de La Peineta tiene otro antecedente aún peor: La Cartuja de Sevilla, un estadio que sigue manteniendo el nombre oficial de Olímpico pese a que la capital andaluza apenas desarrolló sus planes de competir por los Juegos de 2004.

El proyecto surgió al socaire de la Expo de 1992, que dejó en Sevilla algunas infraestructuras faraónicas que se pudren al sol andaluz dos décadas después. La Cartuja representa la megalomanía más absurda. Es el tercer estadio mayor del Estado, solo por debajo del Camp Nou y el Bernabéu. Costó 120 millones de euros de la época. En su momento se vendió como una gran opción para que los dos grandes clubes de la ciudad, Sevilla y Betis, compartieran sede y liberaran así sus respectivos estadios. Sin embargo, ni uno ni otro aceptó el cambio.

Los reyes españoles inauguraron La Cartuja en 1999, año en el que acogió el Mundial de Atletismo. Después, apenas ha albergado dos finales de Copa de fútbol (1999 y 2001), otra de la UEFA (2003) y dos de la Copa Davis de tenis (2004 y 2011). Este año 2013 lo más destacado ha sido un amistoso entre Ucrania y Noruega. Congregó a 200 espectadores sobre un total de 57.620.

La candidatura de Barcelona 2022 cobra empuje, pero depende de Madrid

La derrota de Madrid alimenta las expectativas de Barcelona para hacerse con los Juegos de Invierno de 2022. El alcalde, Xavier Trias, admitió ayer que en caso contrario la opción hubiera quedado prácticamente frustrada porque el COI no iba a otorgar dos organizaciones consecutivas al mismo Estado. Su partido, el PSC, le anima a impulsar con fuerza el proyecto. Pero paradójicamente, antes que nada es el Comité Olímpico Español el que debe avalarlo, y a la depresión existente en Madrid por la derrota de Buenos Aires se le pueden sumar los recelos políticos de quienes no ven bien que Catalunya vuelva a ser sede olímpica, y menos aún en un contexto de proceso soberanista.

Los Juegos de Invierno de 2022 están en el punto de mira de Barcelona desde que en 2010 el alcalde Jordi Hereu anunció su intención de ser sede, en cooperación con las estaciones de esquí de los Pirineos. Su sucesor, Xavier Trias, también asumió el reto, pero dejando claro igualmente que la candidatura solo tiene sentido desde una perspectiva amplia, que abarque incluso a los dos lados de la cordillera y no sobre una premisa exclusivamente estatal.

El COI abrió el pasado 6 de junio el plazo de presentación de candidaturas para los Juegos de Invierno de 2022, que concluye el 14 de noviembre. Antes de esa fecha el COE debe someter a la opinión de su asamblea la aprobación de la candidatura. El presidente de la Federación Española de Esquí, Eduardo Roldán, ha opinado ya que antes de pensar en el futuro hay que hacer «una reflexión» sobre lo que ha pasado en Buenos Aires, donde Madrid ha obtenido el peor resultado de sus tres últimos intentos.

Pekín ha expresado su deseo, como Barcelona, de ser la primera ciudad que acoge Juegos Olímpicos de Verano y de Invierno. Sería un duro competidor. R.S.

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