Carlos GIL | Analista cultural
El filo
Miro a mi alrededor y pregunto, ¿existe información cultural? Y paro a repasar el catón y no encuentro las voces encadenadas información y cultura. Todo suena dodecafónico y se escucha un temblor lejano que no se sabe si es un eructo o un corrupto quejándose. Pero al final, en señales de humo, descifro escrito algo así como propaganda. Quizás si me esquino un poco más leo: publicidad encubierta. Para poco más se nos requiere. El cortar y pegar no se va a acabar, sino que va a aumentar.
Andamos por el filo de una navaja que puede dar puñaladas en el aire y dejarnos deshuesados, descarnados, inservibles, listos para cumplir con una misión gloriosa: aplaudir y corear. No es que no exista espíritu crítico, sino que estamos hablando de que no se sabe deslindar lo que es propaganda de lo que es información. Quizás no se sepa ni formular la diferencia. Ni se quiera. Basta con tener un espacio de signos en negro sobre una hoja blanca para darse por satisfechos. No importa tanto lo que dicen esos signos, como el terreno que ocupan. Podría ser todavía más eficaz si ponemos fotografías y pies de foto, género perdido en el camino hacia la autodestrucción periodística.
Que no cunda el pánico. Es un logro que existan páginas en los medios encabezadas como sección de Cultura. Con eso tenemos bastante para calmar el deseo primario. Ahora nos toca lo importante: discernir con criterios culturales qué es y qué no es digno de estar en ellas. Empecemos por la humildad y la reflexión: menos demagogia y más acción cultural. Más información y menos publicidad. Más especializadas y menos generalistas. ¿Un imposible? Una decisión política y empresarial.