NUEVA NOVELA HISTÓRICA DE PELLO GUERRA
Adelanto de “El libro de la navarra perdida”. Capítulo II
Año 1559. Pau, capital de la Navarra que permanece independiente. La reina Juana de Albret encomienda al capitán Juan de Jaso recuperar el Libro de Armería del reino, sustraído por un alto funcionario de la Administración española que ocupa la Alta Navarra. Así comienza la trama de la nueva novela del escritor y periodista de esta casa Pello Guerra. Acción, intriga y movimientos políticos y diplomáticos dan cuerpo al relato de una resistencia que pudo cambiar la historia. El libro se podrá adquirir el próximo fin de semana con GARA.
Capítulo II
El eco de los tacones de sus botas rebotaba por el corredor del palacio que consideraba como su propia casa. (...) El capitán Juan de Jaso se iba a reunir con Juana, la hija de su añorado rey Enrique, a la que conocía casi tan bien como si fuera su hermana mayor. No en vano, la reina de Navarra tan solo le llevaba siete años y habían compartido los mismos lugares en su recorrido vital. (...)
El soldado llamó con firmeza a la puerta de la habitación de la reina, quien le dio permiso para entrar. (...) Cuando se cerró la puerta, Juan se acercó a la reina, que seguía sentada en un asiento de cuero situado junto a la chimenea, donde crepitaba el fuego para hacer más llevaderos los fríos del otoño pirenaico.
-Capitán Jaso, necesito de vuestros servicios -comenzó la reina sin más preámbulos- (...). Hemos recibido malas noticias de nuestros fieles en la Alta Navarra -prosiguió Juana, mientras se removía inquieta en su asiento arrancando rumores a las telas de su vestido de tonos oscuros.
«Se prepara una invasión», pensó Juan, consciente de que España no renunciaba a poner fin a la independencia de la que gozaba la Navarra no sometida a Felipe II.
-Los españoles se han apropiado del Libro de Armería del reino -señaló con voz grave la soberana.
Juan le miró sin terminar de comprender. ¿Qué libro era ese que parecía tener tanta importancia? La reina comprobó que su comentario no había provocado la reacción esperada en su interlocutor y decidió explicarle el porqué de su desasosiego.
-Desde que se produjo la invasión de la Alta Navarra en 1512, las autoridades ocupantes se han preocupado de hacer desaparecer todo rastro administrativo del reinado de los soberanos destronados, mis abuelos Juan de Albret y Catalina de Foix -empezó a explicarle la reina Juana-. Primero saquearon la documentación guardada de las sesiones de las Cortes y después expoliaron el archivo de vuestro tío-abuelo en el castillo de Xabier.
-¿De mi tío-abuelo? -preguntó Juan, que no entendía a quién se refería.
-Sí. El presidente del Consejo Real en los años previos a la invasión era Juan de Jaso, hermano de vuestro abuelo Pedro. Pues bien, la documentación que guardaba vuestro tío-abuelo fue confiscada en 1516 cuando las tropas aragonesas fueron a destruir las defensas de la fortaleza de vuestra familia por orden del cardenal Cisneros.
Las explicaciones de Juana le permitieron ubicarse, ya que ese tema sí que le había sido contado extensamente por el rey Enrique II hacía años.
-El siguiente paso en ese afán por borrar la memoria del reino antes de la conquista ha sido arrebatarnos el Libro de Armería.
-Perdonadme, majestad -intervino Juan-, pero ¿me podéis decir qué libro es ese y cuál es su importancia?
La reina lanzó un pequeño suspiro y con la mirada de un profesor incomodado por una pregunta fuera de momento y lugar, se dispuso a dar una respuesta a un alumno menos aplicado de lo esperado.
-Es el libro en el que están registrados los nobles del reino con su correspondiente escudo y entre los que destacan los doce ricos-hombres que desde siglos forman el Consejo del Rey de Navarra. Ese tomo es la memoria de la nobleza de nuestra tierra y se emplea como prueba ante los tribunales del reino.
Juan asintió al empezar a comprender la cara de disgusto de su soberana ante semejante pérdida.
-¿Existe alguna sospecha de quién pudo robar el libro? -tanteó Jaso.
-El ladrón tiene nombre y apellidos. Sabemos perfectamente quién se lo llevó.
-¿Cómo es que nadie se lo impidió? -preguntó extrañado el soldado.
Una sonrisa amarga se dibujó en el pálido rostro de la reina, mientras un rizo pelirrojo le caía sobre la despejada frente.
-Es que se trataba del doctor Hernán Suárez de Toledo, visitador de los Tribunales Reales y alcalde de la Corte, es decir, un alto funcionario de la administración de justicia de Castilla. Hace dos años, Suárez se desplazó hasta la parte ocupada del reino y estando en Pamplona hizo llamar al retablista Ramón de Ozcariz, que en aquel momento era el depositario del Libro de Armería y su copia por mandato de las Cortes de Navarra. Ozcariz se los llevó a Suárez pensando que este simplemente quería ojearlos para comprobar algún caso de nobleza sobre el que se hubiera presentado un pleito en los tribunales. Pero sorprendentemente, tras revisarlos, Suárez se negó a devolverlos y despachó al desolado retablista. Este denunció lo sucedido a las Cortes, pero antes de que estas pudieran hacer nada, el visitador del emperador Carlos V había partido de Navarra llevándose consigo los valiosos tomos.
-Sabiendo con toda certeza que Suárez se los llevó, ¿no hay ninguna posibilidad de reclamárselos? -planteó Juan.
-Desde luego -confirmó la reina de palabra y con la acerada mirada de sus ojos-. De hecho, las Cortes se pusieron en contacto con el virrey para denunciar lo ocurrido. Este les respondió que el doctor se había llevado el Libro de Armería como parte de su visita y para dar cuenta y razón al emperador, y que, una vez cumplidos los trámites, se restituiría al reino. Sin embargo, han pasado dos años y las reclamaciones de las Cortes continúan, pero no reciben más que largas. Muchos se temen que las autoridades españolas no tienen ninguna intención de devolver lo robado y, por ese motivo, algunos fieles han acudido a mí en busca de ayuda para reparar este nuevo expolio.
Juana levantó la mirada y la clavó en el marcado rostro de Jaso.
-Por esa razón os he llamado. Juan de Jaso, quiero que recuperéis el Libro de Armería de Navarra.
El soldado sintió la firmeza que había impregnado cada sílaba de la frase que había pronunciado la reina navarra.
-Tenemos la obligación de recuperar ese libro, de recobrar la memoria de nuestro pueblo que recogen esos legajos y de la que los invasores nos quieren privar -prosiguió la reina mientras se levantaba de su sitial y avanzaba hacia la ventana de la estancia como si estuviera hablando para ella misma-. Los españoles no solo nos han robado la independencia de la mayor parte de nuestro territorio. Además nos quieren privar de nuestra memoria para hacer más fácil el sometimiento de nuestros súbditos. La desaparición de ese libro permitirá a los ocupantes crear uno nuevo en el que inscribir tan solo a aquellos nobles que se han sometido, y al mismo tiempo se impide que puedan ser invocados derechos anteriores a la llegada de Fernando el Falsario. Los navarros que, como vuestro padre, nunca se plegaron a los invasores se verán relegados de ese lugar, serán apartados de nuestra historia como si nunca hubieran existido. Lo que pretenden hacer los españoles es reescribir nuestro pasado a su gusto y por ese motivo nos privan de esta recopilación histórica. Por todo ello, debemos recuperar a toda costa el Libro de Armería. ¿Entendéis ahora la importancia de ese tomo?, ¿la trascendencia de la misión que os estoy encomendando?
Juan de Jaso se cuadró ante su soberana.
-Me ha quedado absolutamente clara, majestad. Os prometo que haré todo lo que esté en mi mano para recuperar el libro robado. Si es preciso, entregaré mi vida para lograrlo. (...)