Las reacciones procedentes de Madrid tras la movilización política europea más importante de las últimas décadas sólo se entienden desde la voluntad de menospreciar lo que han comprendido que no se puede ignorar. Porque si realmente es fruto de la falta de capacidad de análisis, el problema principal no es Catalunya, que hará vía de una manera u otra, sino la categoría de políticos que tienen los españoles. La respuesta estatal es de una insensibilidad y un cinismo hacia una parte de los que consideran conciudadanos de su país que explica de manera paradigmática una de las razones por las que estos ciudadanos quieren irse (...). No mucho mejor es la respuesta de un PSOE que a estas alturas ya ha perdido, con un largo historial de deslealtad, toda credibilidad.

Catalunya ha decidido y ahora reclama las herramientas para legalizar esta decisión. La ciudadanía sabe que no se puede esperar nada de España porque sus gobernantes han tensado tanto la cuerda anticatalana que cualquier mínima renuncia a la obsesión centralista es impracticable, ya que los votantes de los partidos españoles mayoritarios la castigarían duramente. Catalunya podrá conseguir el objetivo de la independencia o no, pero lo que es seguro es que una parte muy importante de la población no volverá a sentir como propio un estado hostil. (...)