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Casas nido, calor de hogar en las horas de guardería

Cada vez resulta más familiar el concepto de casa nido, aunque la oferta aún es muy reducida. En Donostia la asociación Etxean Bezala tiene abiertas dos, con Mónica Ochotorena y Ainhoa Theys al frente. Ellas destacan los beneficios de estas atenciones y piden ser una opción más para el cuidado de los más pequeños.

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Oihane LARRETXEA

Tocamos el timbre. En seguida se escucha cómo alguien corretea al otro lado. Con la ayuda de su cuidadora, Mónica Ochotorena, Lola abre sonriente a GARA la puerta de la casa nido del barrio donostiarra de Aiete en la que a partir de ahora la cuidarán por las tardes.

En la sala suena ``Pintxo Pintxo'' y sobre la mullida alfombra hay sonajeros, juguetes y algún libro de llamativos colores. Ainhoa Theys, la otra cuidadora y que al igual que Ochotorena regenta otra casa nido en la misma zona, sostiene en brazos a Alaia, de nueve meses.

El concepto de casa nido poco a poco va resultando más familiar, pero el proyecto de cuidar a niños y niñas de entre 0 y 3 años en el propio hogar de la cuidadora es una alternativa reciente en Euskal Herria, si bien a nivel europeo constituye un sistema muy extendido y además subvencionado por las administraciones desde hace décadas. Solo en el Reino Unido están censadas 80.000 cuidadoras y 300.000 niños y niñas reciben atenciones en estos hogares.

La casa nido de Ochotorena -como en todos los casos, es la propia vivienda de la cuidadora- se llama Magalean, y funciona bajo el paraguas de la asociación Etxean Bezala, que se financia a través de las inversiones económicas que han aportado los propios socios, ocho en estos momentos. El esfuerzo que han realizado para poner en marcha el proyecto es importante, al no contar con ninguna subvención. Así, los ingresos que registran dependen del número de padres y madres que hayan solicitado sus servicios.

Como en cualquier empresa que da sus primeros pasos, el esfuerzo, en todos los sentidos, es considerable, pero confían en que esta manera de cuidar de los pequeños se convierta en una alternativa real, ampliando las opciones que se ofertan en la actualidad. Es el objetivo que se han marcado, y la respuesta a quienes vean en las casas nido una competencia.

Reconocen a las grandes profesionales que existen en la red pública, pero consideran que ese servicio está masificado y que ni siquiera las personas que allí trabajan pueden dedicar a los niños y niñas todos los cuidados que les gustarían. De hecho, y como dato revelador, Ochotorena afirma que un alto porcentaje -«casi la mayoría»- de las madres que utilizan el servicio de las casas nido son andereños. Incluso en algunos casos las amonas de los bebés también lo son.

Por el momento han mantenido una reunión con representantes de la consejería de Educación de Lakua -«donde nos acogieron con los brazos abiertos»-, y les presentaron su Plan Asistencial Educativo. Les reconocieron que resulta imprescindible, en primer lugar, aprobar una legislación que reconozca y regule esta actividad, por que hoy en día existe un vacío absoluto en este sentido. Aunque, motivadas por esta receptividad, desde Etxean Bezala creen que el apoyo institucional vendrá una vez recaben el apoyo social. «Normalmente estas cosas suelen suceder así», agrega.

Este de Donostia no es el único proyecto de estas características que está en marchas. En Nafarroa, por ejemplo, existe la asociación Cuidándote, desde la que han impulsado seis hogares en Iruñea e Iruñerria.

Ochotorena admite que han recibido llamadas desde otras comunidades del Estado español interesadas en implantar el sistema. En otros casos como Madrid los recortes se llevaron por delante las casas nido que llevaban años funcionando.

Método Emmi Plicker

Volvemos la mirada a Magalean. La filosofía de este proyecto es que el niño se encuentre en un entorno familiar, cálido y agradable; lo más parecido a su propio hogar. Los pequeños peligros que pueda haber en una casa como esquinas, enchufes o puertas están protegidos. Para ello aplican un protocolo de seguridad.

Los niños y niñas que como Lola utilizan este servicio no tienen demasiados límites en casa. Por ejemplo, la cocina, un espacio al que por norma general se les veta la entrada, en Magalean forma parte de la educación -obviamente, con medidas de seguridad-. Ochotorena afirma que les encanta jugar con los tupper, con los utensilios de madera o con los trapos. Además, los más mayores participan en la elaboración de la comida, por ejemplo limpiandos unas vainas. «Hemos comprobado que cuando se han implicado en la comida que ese día tienen en el plato comen mucho más a gusto -afirma Ochotorena-, incluso si se trata de un alimento que no les agrada tanto».

La alimentación constituye otro de los puntos fuertes, ya que los menús de la semana los diseña una nutricionista y se elaboran cada día en casa.

Durante la charla Lola va y viene, entra y sale de la cocina, intenta subirse al sofá, se va a la habitación y vuelve. Finalmente se sienta en el suelo con un libro. «Dejamos al niño que sea niño, no interferimos, y no adaptamos el menor al medio. Si una vez sentado en el sofá, por ejemplo, se cae hacia un lado, o mientras gatea se queda tendido, no lo evitamos. Somos partidarias de que se esfuercen por reincorporarse. La frustración de caerse la asumen, también el esfuerzo por levantarse; la satisfacción que sienten y el aprendizaje que adquieren cuando lo logran es la recompensa». Se trata del Método Emmi Plicker, el de apoyarle, el de permitir que falle su autonomía, al tiempo que el bebé sienta la confianza de alguien cerca.

Durante las horas que están bajo los cuidados de Mónica y Ainhoa también salen al parque a jugar. De hecho, esa es la hora de pasear a Alaia para que eche una cabezadita, algo que antes, en la guardería, no lograba hacer. La capacidad de conciliar el sueño y comer bien son los dos grandes cambios que le han sucedido en apenas dos semanas.

Respecto a los beneficios habla Mikele Azpilicueta, la ama de Lola. Madre de otro niño, asegura que el mayor enfermó mucho en los años de guardería y que con la pequeña quería probar un método diferente. La experiencia, dice, está siendo muy positiva. «Creo que la adaptación a la separación es más rápida y eficaz. Se quedan más tranquilos y, por lo tanto, nosotros también».

 

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