Sin el escudo de Mendilibar
Ramón SOLA
La despedida a José Luis Mendilibar por la plantilla tiene su miga. No cabe duda de que los jugadores, incluso algunos que estaban realmente postergados, han acusado mucho el cese a nivel humano. Puñal reconoció en sala de prensa que nunca vivió un adiós tan emotivo, «casi un mar de lágrimas», y eso que cabe suponer que el del Cuco Ziganda en 2008, por ejemplo, también debió ser sentido. Sin embargo, es igualmente cierto que ninguno de los futbolistas ha puesto luego empeño en defender los planteamientos tácticos del de Zaldibar. Si se leen entre líneas algunas declaraciones en Tajonar, más bien al contrario.
Vista la secuencia de hechos, queda claro que si Mendilibar siguió en mayo fue básicamente porque Miguel Archanco consultó a la plantilla al final de temporada y se encontró con una piña en favor del míster. Ahora el presidente no ha querido preguntarles, consciente de que la trayectoria del vizcaino no daba más de sí en Osasuna.
El deterioro del crédito futbolístico del vizcaino ante la afición había creado un curioso efecto. La plantilla quedaba aliviada de cualquier culpa, porque las quejas siempre iban al banquillo. Voluntariamente o no, los jugadores tenían en Mendilibar un escudo protector que ahora ya no existe. Les toca a ellos.