Anjel Ordóñez Periodista
«Ad nauseam» o la gota china del gobernador
Siento náuseas. Deseos de vomitar, síntomas de indigestión, indicios más que evidentes de un irritante empacho mental que contagia al resto de mis órganos y me provoca un síndrome emético apenas controlable. Ya no hay médico que me cure, ni medicina que me alivie. Mi confesa adicción al consumo diario y compulsivo de noticias va a llevarme a la tumba antes de lo previsto. Y no porque estar informado sea poco saludable, sino porque en demasiadas ocasiones, lo que me meto en el cuerpo está previa y concienzudamente adulterado, corrompido, envenenado. Ni la vacuna del tiempo ni los filtros antipatrañas pueden evitar que la ingesta provoque en mis entrañas efectos devastadores. Violentas arcadas.
Leo, veo y oigo por todas partes que el delegado del Gobierno en la CAV, Carlos Urquijo, ha exigido a la directora general de EiTB, Maite Iturbe, que la televisión autonómica no cuente en su programación con Pirritx eta Porrotx porque ambos «respaldan a los presos de ETA» y «el mensaje que difunden simboliza una realidad distorsionada, sesgada y vil de lo que ha constituido el terrorismo en el País Vasco». Urquijo también comunica todo esto al Ararteko «en cuanto institución destinada, entre otros cometidos, a la protección de los derechos de los menores».
No hace ni un mes que trataba en esta columna sobre el señor gobernador y sus ataques a la Txupinera de Aste Nagusia, y de nuevo, como en una pesadilla, me veo escribiendo sobre lo mismo. Pero no es un mal sueño, no es el Día de la Marmota. Es la gota china (la malaya era una bota dotada de un torniquete que destrozaba los huesos del pie de los reos de tortura). Una gota que cada pocos segundos cae sobre nuestras frentes, tratando de perforar el cerebro, de contagiarnos de la cada día más patente esquizofrenia política del torturador. Y aunque no quiera, ya les digo, siento unas náuseas ingobernables. ¿Les ocurre a ustedes lo mismo? Si es así, si también se les revuelven las tripas con estas ponzoñas, les cuento algo que a mí sí me funciona. Primero me siento, luego dejo la mente en blanco y después empiezo a pensar. En lo que sea, da igual. Ahí, en ese punto, ya estoy ganando. Saben lo que quiero decir, ¿verdad?