Vuelta a las andadas, hacia atrás, al pasado
Antes incluso de la campaña de las elecciones autonómicas de marzo del 2011, EH Bildu advirtió de que tenía la absoluta certeza de que PNV y PSE iban a llegar a un acuerdo para volver a la época de Ardanza, en la que, en palabras del entonces presidente del EBB, Xabier Arzallus, «tuvimos que taparnos la nariz» para gobernar con un partido que dirigía operaciones de terrorismo de Estado contra militantes de la causa vasca. A la vista de los hechos, la coalición soberanista de izquierda no se equivocó. El lehendakari, Iñigo Urkullu, y los máximos dirigentes del PNV, Andoni Ortuzar, y del PSE, Patxi López, sellaron ayer dicho acuerdo. Con un contenido vaporoso y un desarrollo que se adaptará a las circunstancias, el pacto PNV-PSE ha sido presentado como un factor de estabilidad para «salir de la crisis». Pero al margen de allanar la legislatura al PNV, lo va a complicar todo y mucho. En primer lugar, porque se somete a una vieja premisa expresada por Ramón Jaúregui, vicelehendakari y ex delegado de Gobierno en tiempos del GAL: que la condición para entenderse con el PSE es la de no entenderse con el independentismo. Y de acuerdo con esa posición, el PNV ha decidido descartar y desplazar a la segunda fuerza del país.
El PNV y el PSE vuelven a las andadas, hacia atrás, al pasado. Sin reemplazar los esquemas de subordinación y dependencia que tanto lastran el potencial de este país, jugando siempre dentro de la legalidad, pretenden aparcar toda posibilidad de un nuevo horizonte. Que mire al futuro, que abra las puertas a la soberanía, que ilusione y fortalezca la voluntad popular de la ciudadanía vasca para hacer su propio camino.
La presidenta del BBB, Itxaso Atutxa, consciente del malestar que los abertzales de buena fe sienten con esta jugada, animaba anteayer a las bases jelkides a «hacer sitio en el corazón» al acuerdo. Misión imposible, más de lo mismo, sacrificar oportunidades de país para asegurar gestión y centralidad de partido. Allá ellos.