Raimundo Fitero
Un marqués
Comenzó temporada «Aída» con la celebración de su entrega número doscientos, lo que viene a situarnos ante un fenómeno televisivo. Lo hizo con una entrega muy coral, muy recargada de historias y cameos, a modo de presentación de las nuevas tramas, pero a su vez, recordándonos de dónde venían. Un buen trabajo de los guionistas, una suerte de programa piloto, de gran tráiler para abrir boca. Sus resultados de audiencia han sido buenos, sin reventar, porque había magnífica competencia. Pero de nuevo nos colocamos en la noche del domingo con una opción de ficción de producción propia que retrata la sociedad a la que se dirige de una manera esperpéntica, ácida en muchas ocasiones, sin demasiados reparos en colocarse en situaciones poco correctas en lo político. Mirando a esos seres humanos tan reconocibles que pululan por esta serie, uno llega a la conclusión de que el género humano no tiene solución, que hasta los personajes más aparentemente inocentes, esconden un lobo atado por los convencionalismos y la voluntad de agradar al prójimo y ser aceptados. En esta entrega se ofreció un derroche de salidas de tiesto, así el facha, el dueño del bar Nikol's aparecía en los sueños históricos como un Marqués de la Corte madrileña, que se sentía muy español, muy de aquellos que fue contra la Ilustración al grito de ¡Viva las cadenas!, pero en la trama le dicen que no es verdad, que su apellido proviene del francés y que en el dos de mayo era un marqués, sí, pero de la corte que acompañó al conocido como Pepe Botella (qué casualidad), hermano de Napoleón. Pues bien, esa parte de la trama era demoledora, la expresión más evidente y obvia del españolismo rancio, de la obsesión, del atraso histórico.
Y encima a base de reírnos con un personaje, Mauricio Colmenero, bordado por un gran actor, Mariano Peña. Políticamente tenía más consistencia esta entrega de la serie de humor cáustico que lo de Ana Pastor con Rosa Díez y su flojera populista dejando caer con la frivolidad que le caracteriza de que hay independentistas como favorables a la pena de muerte. Y añado yo, o a votar a este espantajo político, una ambición autoritaria con aires de marquesa.