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Raimundo Fitero

A voces

 

Se está calentando el ambiente televisivo en proporción directa al enfriamiento del ambiente global. Llegan las lluvias, caen las temperaturas y crece el consumo diario de televisión de cada individuo. Todos los canales van colocando sus piezas principales para la gran batalla de audiencias porque entramos en lo que se considera la temporada alta. El fútbol está ocupando espacios de manera ostensible en las generalistas comerciales privadas o públicas, en un intento de recuperar una audiencia perdida en los canales de pago tan asfixiados económicamente o especializados. La pelea es cuerpo a cuerpo, minuto a minuto. En la trasnoche coinciden hasta cinco programas en abierto hablando de la última nimiedad convertida en asunto fundamental.

Un canal de difusión estatal, Canal 4, retransmite el primer partido del Athletic en el nuevo y sin terminar San Mamés. Tal como han colocado las federaciones y los operadores televisivos el calendario de retransmisiones, ya no existe ningún día de la semana sin partidos de fútbol televisados. De pago la mayoría, pero muchos y de manera creciente en abierto aunque sean de divisiones inferiores. Es un plan global, europeo en un principio pero de difusión mundial. Las ligas y las copas europeas se ven con normalidad en los canales especializados en América y Asia cada vez más. Es un mercado en expansión. De ahí los horarios tan extravagantes.

Los programas de debate futbolístico nocturno se parecen demasiado. Hay monotema. Dan voces. Se crean dos bandos, los del Real Madrid y España como unidad de destino y el resto del planeta fútbol. Gritan más los alimentados por los fondos de reptiles de Florentino Pérez, tan vinculado a la banda organizada. Sí, es pura política. Ver tanta profusión de fútbol es una estrategia para idiotizar y entretener a las masas. Un tópico en buen uso.

Empieza una nueva entrega de «La Voz», y otra vez comprobamos como estos programas franquicia, estos espectáculos de descubrimiento de talentos musicales, acaparan audiencias porque se nutren de buenas voces, de artistas en ciernes y de mucha emotividad. Los artistas que acompañan a los futuros están sobreactuados. Es su rol. A voces.