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Raimundo Fitero

Pillado

 

Cualquier programa televisivo de esos que se dedican a mostrarnos los fallos, erratas, pilladas de presentadores o conductores, tiene desde el pasado lunes material para rellenar un compendio monumental. El desembarco de Josep Pedrerol en La Sexta con su versión ultra del programa de deportes «Jugones» es un constante sobresalto debido a la cantidad inconmensurable de fallos, pilladas haciendo gestos del conductor, anuncio de vídeos que no entran, despistes totales que, de momento, más que estrella, es, al menos en lo técnico, un estrellado total.

Para decirlo suave, ha empeorado bastante la versión anterior. Los resultados de audiencia del estreno fueron relativamente buenos, la novedad, toda la carga publicitaria que había puesto el canal, pero las dos primeras entregas fueron un desastre de forma y de contenidos. Una crispación añadida a un canal que en lo deportivo es merengón, de Florentino Pérez hasta la médula, pero que pretendía mantener una careta equidistante. Ahora, con Pedrerol y parte de su equipo de fanáticos comentaristas ha entrado en lo que de manera muy acertada ha definido Gerard Piqué, como la versión «Sálvame» del fútbol. Programas en los que lo que interesa es hacer ruido, gritar, sin más argumentaciones que el fanatismo y con un porcentaje casi totalitario de gritones a favor de lo que representa el equipo del constructor amigo de la banda organizada.

Lo que demostró es no estar entrenado para un directo vital, dinámico, con muchos vídeos, enmarcado en un esquema de canal más o menos ordenado. «Punto y pelota» funciona de manera dislocada, pocos medios, sin la coacción del tiempo, una dinámica personalizada y especulativa desde la opinión y bajo consignas. En La Sexta, debe dar información, cosa que no recuerda ya, y se ha llevado colaboradores que no sirven para un canal serio. En su segundo día bajó de audiencia. Y seguirá bajando como no cambie de equipo, de estilo y de contenidos. Y que aprenda a hacer televisión a las tres de la tarde. De verdad, es un auténtico fracaso. Pillado tantas veces, que es un ridículo constante. No parecía tan malo. Los Manolos de Cuatro descorchan cava para celebrarlo.