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Análisis | elecciones generales en alemania

Los Piratas y la Alternativa para Alemania agitan el paisaje político

Está en marcha en Alemania un proceso que agita el paisaje político, pero cuyo final aún no es previsible. Dos formaciones, Los Piratas y la Alternativa para Alemania (AfD) son, por el momento, su parte más visible. Representan dos formas distintas de reformar la política.

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Ingo NIEBEL Historiador

Los guardaespaldas de la canciller, Angela Merkel, se pegaron un buen susto el domingo cuando vieron como un drone, de los que se venden por menos de 300 euros en los almace- nes de electrónica, se acercaba a la tribuna donde se hallaba su protegida haciendo campaña electoral con su ministro de Defensa, Thomas de Maizière. La jefa de Gobierno sonreía cuando el aparato se estrelló cerca del lugar. El aterrizaje forzoso fue ordenado por sus agentes de seguridad al hombre que lo teledirigía. Después comprobaron que no pretendía hacer otra cosa que sacarle algunas fotos a la líder de la Unión Demócrata Cristiana (CDU). Por eso el drone iba «armado» solo con una cámara. «El objetivo de la misión era trasmitir a la canciller y al ministro de Defensa la sensación de cómo se siente uno cuando es observado por un drone», explicó el vicepresidente del partido Los Piratas, Markus Barenhoff, a los medios de comunicación.

Con esta acción, Los Piratas han salido por un instante del agujero en el que cayeron meses atrás debido sobre todo a problemas internos. De cara a las elecciones generales, los sondeos sitúan a la formación, fundada en 2006, fuera del Parlamento alemán, al otorgarle por ahora solo un 2% de los votos. Pero las encuestas no pueden captar la intención de voto de los electores indecisos y de los toman su decisión por razones tácticas, que se deciden en el momento en el que ponen su cruz en la papeleta. Sea como fuere, entre 2011 y 2012, los filibusteros sorprendieron cuando entraron en cuatro parlamentos regionales, con una media de ocho puntos, tres por encima del límite requerido.

Definir tanto al partido de Los Piratas como a sus votantes «de protesta» es innecesario. En un momento dado, Los Piratas han sido reflejo de aquellas generaciones que no han conocido la época pre-internet. Por eso, dan otro valor a la red como un espacio que ellos frecuentan más que sus padres, y a los derechos de autor a la hora de bajarse películas, música y libros. En un principio, Los Piratas supieron enlazar por la vía de la técnica la virtualidad de internet con la política. Sin embargo, los problemas surgieron al enfrentarse el factor humano, ante la necesidad de hacer política, a las tentaciones económicas del sistema y a las contradicciones personales y políticas.

Aún así, e independientemente del resultado que obtengan el domingo, Los Piratas siguen representando un intento de cambiar el paisaje político alemán.

De forma regular, el sistema político alemán pare una formación que le es necesaria para reformar parte de su estructura pero sin autoeliminarse. En 1968 nació el denominado «Movimiento de los Estudiantes», producto del Mayo francés, que ayudó a abrir el incrustado conserva- durismo de la CDU de entonces y a allanar el camino hacia una nueva política exterior por razones económicas, la denominada Ostpolitik del canciller socialdemócrata Willy Brandt. De ahí surgió el partido Los Verdes, cuyo ecologismo generó nuevas tecnologías y mercados. Al Estado le sirvió su pasado pacifista al entrar en el Gobierno federal junto a los socialdemócratas (SPD) y hacer posible que Alemania volviera a utilizar la guerra como instrumento político.

Ahora el país se halla de nuevo en una compleja fase de cambio, porque no se reduce solo al uso de Internet y a la gestión de la crisis del euro y de la Unión Europea, sino que incluye también la preparación para la nueva era después del petróleo.

Frente a estos desafíos, los poderes fácticos se encuentran con el problema de la falta de carisma y de visión de la casta política. Merkel dicta, tal vez dirige, pero no orienta. Y la CDU lo acepta. Peer Steinbrück y su SPD ni dictan ni lideran ni llevan la contraria. Juntos aplastan todo lo que podría aparecer como una alternativa al actual status quo.

Esta actitud de falta de carisma y visión explica también la existencia de la euroescéptica Alternativa para Alemania (AfD). En un principio, la prensa la llamó «el partido de los catedráticos», porque reunió sobre todo a aquellos economistas y juristas que hicieron frente al rescate del euro, llevado a cabo por la CDU y el SPD y que ignoraba, según ellos, los respectivos tratados. Una semana antes de los comicios, se le tacha de «populista de derecha» porque, de repente, se la da una intención de voto superior al pronosticado 3% y podría entrar en el Bundestag.

A su favor tiene que reúne a expertos, tal vez habría que llamarlos tecnócratas, de índole burguesa, alejados aún de la idiosincra- sia y de politiqueo que caracterizan a la CDU y al SPD. El partido de Merkel ataca a la AfD porque les quita votantes.

Pero no se puede ignorar que algunos de sus integrantes sí provienen de la ultraderecha que ya durante la Guerra Fría,cuando Alemania estaba militarmente ocupada, reclamaban «soberanía nacional». Ahora mantienen esa consigna, pero en relación a los dictados de Bruselas.

Es interesante observar cómo ciertos miembros de la AfD se encuentran con izquierdistas que han dejado una siniestra alemana que nunca ha sabido arrebatar a la ultraderecha el término «soberanía nacional». Algunos de estos exizquierdistas e integrantes del Die Linke se han mezclado con ultraderechistas, creando así un nuevo espacio político que da por superado el antiguo esquema izquierda-derecha. Sus denominadores comunes son el «no» al euro, a la Unión Europea, a la OTAN y a EEUU y el «sí» a la soberanía nacional, a la cultura occidental y a la religión cristiana.

Después de las elecciones generales se verá más claro si la AfD es algo efímero o un proyecto político en desarrollo.

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