Análisis | proceso político irlandés
Los norirlandeses retoman la mediación para relanzar el proceso
El regreso de Richard Haass al norte de Irlanda es una indicación del momento difícil del proceso irlandés, pero también de la voluntad de solucionar desencuentros políticos históricos. La prueba de esa voluntad se verá en los compromisos adoptados a final de año.
Soledad GALIANA
La llegada de Richard Haass a Belfast el martes devuelve al proceso de paz irlandés a la rutina de la intermediación que lo caracterizó durante su primera década. Claro está, que si se consideran las circunstancias del proceso en los últimos meses, y las declaraciones de los líderes de Sinn Féin y el DUP, a la cabeza del Gobierno multipartito de Belfast, en las que admitían que las relaciones entre ambos partidos han tocado el punto más bajo desde el establecimiento de las instituciones norirlandesas en 2006, la intermediación puede ser el bálsamo requerido para aportar al proceso el ímpetu perdido.
El paso de 2012 a 2013 no pudo ser peor, con la «crisis» de las banderas en la calle. Todo se inició con las manifestaciones violentas de lealistas británicos en la calles de Belfast ante la decisión democrática de la mayoría del Ejecutivo local de izar la bandera británica solo en festividades específicas y relevantes. Situaciones similares se han vivido este verano, primero con los enfrentamientos entre lealistas y la Policía a raíz de la decisión de la Comisión de Marchas de no permitir que la protestante Orden de Orange pasara por un barrio católico. Semanas después, la situación se repitió durante una marcha anual republicana que concluye ante el Ayuntamiento de Belfast, pese a que en años anteriores no se produjo ningún incidente.
Estos disturbios tienen en común la incitación por parte del unionismo «oficialista», en base al mítico «tiro la piedra y escondo la mano». Tanto el DUP como el UUP orquestaron una campaña contra la propuesta de limitar la presencia de la bandera británica, responsabilizando al Partido de la Alianza de la aprobación de la moción. Cuando se desató la violencia en las calles, ambos partidos se lavaron las manos. De igual forma, fueron las declaraciones de miembros del DUP al señalar que la manifestación republicana -un recordatorio de la política de encarcelación sin pruebas o juicio aplicada por los británicos en los años 70- era un homenaje a «terroristas» las que provocaron la violencia en las calles de Belfast a principios de agosto, algo que no se había producido en anteriores convocatorias.
Desde el unionismo claramente se ha vuelto a la política de «a río revuelto, ganancia de pescadores», y el DUP vuelve a posicionarse en el lado más rancio de la política norirlandesa, en la que cuentan más los votos a corto plazo que el futuro del norte de Irlanda, sobre todo en un momento en el que Sinn Féin amenaza con desbancarle como partido más votado. El DUP quiere ganar el voto del lealismo de clase trabajadora, el que se ha quedado sin representación política con la desaparición de los partidos lealistas UDP y PUP -alineados con las organizaciones paramilitares UDA y UVF, respectiva- mente- y que se siente alienada de los políticos.
Cómo va a arreglar esto Richard Haass está por verse, sobre todo porque en sus primeras declaraciones al aterrizar en el norte de Irlanda, apuntó a que «existe una necesidad de avance». Pero, ¿cómo avanzar cuando los unionistas insisten en retroceder?
«Una de las cosas que he aprendido en estos años de negociaciones varias es que normalmente el factor más importante no es necesariamente el detalle o la fórmula, sino la voluntad y la habilidad de los líderes de todas las partes de alcanzar un compromiso, y el estar en una posición lo suficientemente fuerte para presentar estos compromisos a sus bases. Creo que esto es tan cierto aquí como en otros casos», apuntaba Haass.
«Existen claramente cuestiones y tensiones no resueltas, o no se habría producido la violencia que se ha vivido este verano, así como las omnipresentes y persistentes diferencias políticas», sostuvo.
Las expectativas son que Haass intente lograr compromisos sobre la cuestión de los símbolos (las banderas) y la regulación de las marchas orangistas y republicanas -de la que podría resultar la desaparición de la Comisión de Marchas y la consti- tución de una nueva estructura-, así como la creación de un marco para negociar y solucionar desacuerdos históricos.
De estos tres puntos, el más fácil de resolver es el reemplazar la Comisión de Marchas. De hecho, ya existe un plan para ello, acordado por DUP y Sinn Féin en 2010, tras un verano de incidentes lealistas en torno a las marchas orangistas. Haass necesitará trabajar este plan para presentarlo como suyo si quiere obtener en la mesa negociadora el apoyo del resto de los partidos, que podrían volver a rechazar el plan de Sinn Féin y DUP como ya hicieron en su día.
La eliminación de la Comisión de Marchas tendría un efecto inmediato si se consigue el apoyo de los orangistas para su sustituto, y este sería un buen comienzo para las negociaciones. El problema es que en 2010, el resto de partidos unionistas persuadió a la Orden de Orange para que no apoyara ese plan. Habrá que ver si ahora la balanza de poder ha cambiado.
Por supuesto, esos avances deberían incluir la culminación de los Acuerdos de San Andrés, entre ellos la ley que regulariza el uso del gaélico en el norte de Irlanda y que el DUP, a pesar de suscribir el documento, continúa obstaculizando. Esperemos que Haass no se vea deslumbrado por las revueltas callejeras y también se trabajen esas cuestiones que, aunque «silenciosas», son importantes.
En la mesa negociadora se sentarán representantes de los cinco partidos políticos, que cuentan con un plazo de tres meses para buscarle soluciones al impase del proceso. El DUP ha hecho público el nombre de uno de sus negociadores, Jeffrey Donaldson, mientras que Sinn Féin ya ha anunciado que Gerry Kelly y Sean Murray representarán al partido republicano. Tom Elliot y Jeff Dudgeon son los elegidos por el UUP, mientras que Alex Attvoood y Conall McDevitt y Naomi Long y Chris Lyttle representaran al Partido de la Alianza y SDLP, respectivamente.
Haass, que actuó como representante del gobierno de George W. Bush en el norte de Irlanda hace diez años, contará la ayuda de la profesora de Harvard Meghan O'Sullivan, que trabajó como diplomática en Irak, y de Charles Landow, colaborador habitual de Haass.