Urkullu busca embridar la ilusión por el cambio
Iñigo Urkullu afrontó ayer su primer pleno de Política General tras ser investido lehendakari el año pasado, y lo hizo proclamando que ha llegado el momento de «plantear, negociar y acordar» un nuevo estatus para la CAV -la territorialidad es una nota a pie de página en la doctrina jeltzale-, un nuevo marco político y jurídico que debería consensuarse entre todas las fuerzas y respetar «las posibilidades legales y legítimas». Dos acotaciones que fijan los límites del debate que pretende promover y que condicionan su futuro antes incluso de haber arrancado.
El mandatario sabe que considerar imprescindible el visto bueno del PSE y del PP a cualquier avance en materia de autogobierno es otorgar a estas formaciones un derecho de veto que la sociedad no les ha concedido. Son dos partidos cuya posición al respecto es conocida y coincidente, y que no harán nada sin el asentimiento de quienes mandan en Madrid. Asimismo, apelar al respeto de la legalidad supone admitir que el marco que gran parte de la sociedad vasca quiere para este país no podrá llevarse a cabo, porque no hay norma superior a la Constitución española, y esta rechaza el ejercicio del derecho de autodeterminación e impide un objetivo democrático como la independencia. No puede afrontarse un debate sobre este tema sin aclarar una cuestión clave, que lo condiciona todo, como es si el nuevo marco será decidido por la ciudadanía vasca sin límites ni injerencias externas o si, por el contrario, seguirá constreñido a lo que determinen unas leyes que no han sido refrendadas por este pueblo.
Este pleno ha estado precedido por el acuerdo suscrito por PNV y PSE, que tiene vocación de condicionar la vida política vasca en los próximos años. Con esos precedentes no sorprende la posición del lehendakari, que parece decidido a embridar los deseos de cambio de una sociedad que hace once meses se expresó de forma clara en las elecciones autonómicas, que la semana pasada miró con ilusión a Catalunya y que no entiende que sus representantes quieran retroceder en el tiempo para apuntalar un marco que ni le gusta ni le sirve.